Noticia en El Comercio: La Asamblea Constituyente creará un sistema de Planificación más amplio
El Federalista: Se repite hasta la nausea el estribillo de la planificación, la participación ciudadana, el control social, la soberanía, los recursos estratégicos, etc. Mil y un adjetivos hechos para edulcorar una propuesta totalitaria y al mismo tiempo asombrar y marear a los ingénuos.La planificación estará compuesta por dos estamentos: el Sistema Nacional de Planificación Descentralizado y Participativo, y el Plan Nacional de Desarrollo.
Según la iniciativa de la Mesa, el Estado estará en la obligación de organizar un sistema de planificación para alcanzar los objetivos de desarrollo establecidos en la Constitución.
Para ello se propone la creación del Consejo Nacional de Planificación, la Secretaría Nacional de Planificación (la Senplades, que ya fue creada en éste Régimen). Los distintos niveles de Gobierno (juntas parroquiales, municipios y gobiernos intermedios) también deberán crear estas instancias. Los consejos consultivos realizarán las evaluaciones de estos planes.
Y es que casi todos los políticos sucumben ante la tentación de tomar las riendas del gobierno para dictar la ruta a seguir por todos, les guste o no. Políticos tanto de izquierda como de derecha, tienen el mal hábito de buscar el control sobre bienes ajenos, de los aspectos personales e incluso de los aspectos más íntimos de los ciudadanos. La planificación económica es una maldita peste que casi todos los políticos padecen y es bastante popular entre eruditos y paisanos, pese a los desastrosos resultados que ofrece. La planificación es a la vez una droga de la que es dificil no hacerse adicto, una tentación en la cual es facil de sucumbir y una receta para el desastre.
Ningún gobierno tiene la información completa ni actualizada en tiempo real de todos los aspectos económicos y sociales de una población en un determinado territorio. Siendo esto un hecho, no es posible entonces tomar acciones gubernamentales que resulten eficientes con información muy deficitaria. Peor aún, cada acción que el gobierno impone sobre una sociedad causará efectos inesperados e indeseados.
Un aumento de impuestos, por ejemplo, causará ingresos a corto plazo para el gobierno pero erosiona los incentivos para producir, reduce los empleos y causa inflación. A mediano plazo la economía se estanca y la sociedad se ve enfrentada a quiebras, desempleo, pobreza y conflictos. Una fijación oficial de salarios proveerá de una aparente seguridad a los trabajadores pero reducirá la capacidad empresarial de contratar nuevos empleados e impedirá el crecimiento de los salarios. La regulación sobre las tasas de interés que cobran los bancos es una medida que trae réditos políticos en cortísimo plazo, pero destruye la capacidad del sistema financiero para otorgar préstamos, restringe el acceso a los créditos, limita la productividad y afecta al crecimiento económico. Estos son sólo tres ejemplos de medidas populares pero ampliamente destructivas.
La economía planifica es perversa por naturaleza, más allá de los pésimos resultados económicos que garantiza.
Imponer una planificación de la economía en cualquiera de sus variantes supone una pérdida de derechos fundamentales, pues siendo la planificación norma de observación obligatoria, erosiona la libertad personal de los ciudadanos. Si las empresas deben obedecer lineamientos gubernamentales entonces ya no puede hablarse de libre empresa, sino de empresa mixta o concesionada, tal como acontece en Ecuador y en prácticamente todas las naciones del mundo en diverso grado. Si los ciudadanos están obligados a cumplir las metas impuestas por un gobierno central o seccional, entonces no puede hablarse de un Estado de Derecho sino de un régimen de facto, en donde el dictador o su asamblea de dictadores norman la vida de las personas e imponen su visión a los ciudadanos.
La economía planificada no solo es perniciosa por los pobres resultados que logra, sino que es intrínsecamente perversa por basarse en la dictadura de una burocracia sobre el destino de vidas y propiedades. Tal es la naturaleza del socialismo, el mayor paladín de la economía planificada: el fin de la libertad individual y la garantía de convertir una sociedad en una villa miseria gobernada por señores feudales socialistas que imponen su voluntad sobre los siervos.
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