Enero 22, 2007; Página A14, Wall Street Journal
"La manera de doblegar a las burguesías es molerlas entre los hitos de cargas impositivas e inflación".
-- Vladimir Lenin
El historiador y autor mexicano Enrique Krauze ha escrito que cree que el "ultimo marxista en la historia murió [morirá] en una universidad latinoamericana". Como mínimo, el señor Krauze parece haber acertado en la geografía.
Gran parte del resto del mundo ha colocado al comunismo en el basurero de la historia, pero, como nos recuerdan los eventos de la semana pasada, América Latina no lo ha hecho. A principios de este mes, el Presidente Hugo Chávez tomó oficialmente control del banco central de Venezuela y declaró ser comunista. Después, viajó a Ecuador para asistir a la ceremonia inaugural de su más reciente y tal vez más prometedor protegido, Rafael Correa, como el nuevo presidente del país. El señor Correa se ha apresurado en emular a su mentor.
El señor Correa, quien fue ministro de finanzas de Ecuador en 2005, era ampliamente conocido en los primeros pasos de la campaña presidencial el año pasado como un extremista anti-estadounidense, anti-mercados quien creía que "la dolarización era el error económico más grande [que Ecuador] había cometido". Pero cuando no pudo ganar en la primera vuelta en octubre, fue forzado a adoptar un tono más mesurado, y retrocedió en su promesa de acabar con la dolarización.
El problema para los ecuatorianos, como lo estamos viendo ahora, es que los colores del nuevo presidente no han cambiado. En su primera semana en el puesto, ya ha demostrado un profundo entendimiento del dictamen de Lenin de que el poder sobre asuntos monetarios es un esencial revolucionario. Con ese fin ha empezado un esfuerzo por destruir la dolarización en Ecuador. Para ello, la carga impositiva e inflación harán la mayor parte del trabajo por él.
En su inauguración el lunes pasado el señor Correa montó un gran espectáculo. Lo más extraordinario fue su nada sutil admisión de que el señor Chávez será el poder detrás del trono ecuatoriano. La mayoría de gobiernos latinoamericanos preservan su independencia como un asunto de orgullo nacional. Pero el señor Correa parecía bastante contento de dejar saber al mundo que él tercerizará la soberanía ecuatoriana a Venezuela.
Ecuador, declara el nuevo presidente, está "dejando atrás la noche neoliberal" y el nuevo gobierno "bolivariano" aplicará "el socialismo del siglo 21". Censuró la competencia y llamó en su lugar a la cooperación. Sostuvo en alto una espada que el señor Chávez le había obsequiado y gritó, "Alerta, Alerta, la espada de Bolívar está pasando a través de América Latina", una referencia a la agenda de Chávez, que pide una integración Sudamericana dominada por el mayor productor de energía. El presidente venezolano estaba encaramado atrás del nuevo presidente, con los ojos entrecerrados, aplaudiendo con entusiasmo la función. El iraní Mahmoud Ahmadinejad fue también un huésped de honor, sentado junto al presidente boliviano Evo Morales.
La inestabilidad política de Ecuador es legendaria, y el señor Correa es el octavo presidente en 10 años. Tendrá que moverse rápidamente hacia su meta de consolidar poder, y para evitar el destino de sus predecesores, también tendrá que hacerlo con cuidado.
Reescribir la constitución es tan importante en su agenda que el día de su inauguración decretó una consulta popular para el 18 de marzo sobre el asunto. El único problema es que el señor Correa no tiene el poder para llamar a un referéndum constitucional. Los cambios a la constitución recaen en el congreso. Ya que el partido del señor Correa no tiene miembros en la cámara de 100 asientos, y su coalición es débil, no está del todo claro que pueda empujar los cambios constitucionales que busca. Su revolución socialista a través de un golpe constitucional podría ser demorada.
Pero eso no deja al autoritario aspirante sin opciones. Tiene las enseñanzas de Lenin como apoyo, si solamente pudiera resucitar una moneda local. Esto explica el asalto a la dolarización que se está llevando a cabo ahora.
La adopción del dólar como la moneda de Ecuador hace siete años ha sido extremadamente popular entre los ecuatorianos de todas las clases. Una larga historia de repetidos ataques de hiperinflación, que destruyeron tanto salarios como ahorros, finalmente ha terminado, y ha sido reemplazada por un nuevo sentido de estabilidad. El señor Correa sabe perfectamente que no puede arrebatar a los ecuatorianos este avance económico sin enfrentar la clase de rebelión que tumbó a gobiernos anteriores. Pero el control que anhela no será suyo mientras reine el dólar.
Para reversar la dolarización e introducir una monada discrecional, el señor Correa tendrá que minar la economía dolarizada. Un paso en ese proceso es suprimir el comercio con los Estados Unidos, el mayor socio comercial de su país. Ya ha garantizado que bajo su dirección Ecuador se alejara de la liberalización comercial con los gringos y se arrojará en los brazos del bloque comercial del señor Chávez, la Alternativa Bolivariana de las Américas.
El proteccionismo ayudará a debilitar la economía dolarizada, pero podría no ser suficiente para provocar una crisis. Una reestructuración forzada de los $10.3 billones de deuda externa proporcionará mayor asistencia, al deteriorar la credibilidad del país y desmotivar nuevas inversiones, particularmente porque es bien sabido que el servicio de la deuda de Ecuador como porcentaje de su producto interno bruno es más bajo que el de Colombia o Brasil. Los acreedores entienden que pagar lo que se debe es un asunto de buena disposición. Sin embargo, el ministro de finanzas del señor Correa, Ricardo Patiño, propuso la semana pasada un recorte de 60% en la deuda del país, e invitó a un equipo de funcionarios argentinos –mejor conocidos como los evasores más experimentados del mundo – a Quito esta semana para asesorarlo.
Se dirá que los "ahorros" en el servicio de deuda serán utilizados para ayudar a los pobres. Esto aumentará la atracción populista del señor Correa pero los políticos nunca tienen suficientes ingresos para alcanzar sus mentas. Bajas tasas de crecimiento y decepcionantes precios del petróleo empeorarán la limitación de ingresos. En una crisis fiscal es muy fácil imaginar un gobierno como el del señor Correa emitiendo papeles o una nueva moneda paralela al dólar.
El Nuevo presidente parece estar preparado justamente para un resultado como este. En el pasado ha hablado de una moneda regional y ha anunciado ahora que terminará con la autonomía del Banco Central. Una vez que la inversión extranjera y el comercio se terminen y la fosa interminable de la corrupción y gasto social sequen los cofres públicos, la dolarización será el chivo expiatorio. El señor Correa puede entonces empezar a imprimir sus propios papeles y hacer que Lenin se sienta orgulloso.
Gran parte del resto del mundo ha colocado al comunismo en el basurero de la historia, pero, como nos recuerdan los eventos de la semana pasada, América Latina no lo ha hecho. A principios de este mes, el Presidente Hugo Chávez tomó oficialmente control del banco central de Venezuela y declaró ser comunista. Después, viajó a Ecuador para asistir a la ceremonia inaugural de su más reciente y tal vez más prometedor protegido, Rafael Correa, como el nuevo presidente del país. El señor Correa se ha apresurado en emular a su mentor.
El señor Correa, quien fue ministro de finanzas de Ecuador en 2005, era ampliamente conocido en los primeros pasos de la campaña presidencial el año pasado como un extremista anti-estadounidense, anti-mercados quien creía que "la dolarización era el error económico más grande [que Ecuador] había cometido". Pero cuando no pudo ganar en la primera vuelta en octubre, fue forzado a adoptar un tono más mesurado, y retrocedió en su promesa de acabar con la dolarización.
El problema para los ecuatorianos, como lo estamos viendo ahora, es que los colores del nuevo presidente no han cambiado. En su primera semana en el puesto, ya ha demostrado un profundo entendimiento del dictamen de Lenin de que el poder sobre asuntos monetarios es un esencial revolucionario. Con ese fin ha empezado un esfuerzo por destruir la dolarización en Ecuador. Para ello, la carga impositiva e inflación harán la mayor parte del trabajo por él.
En su inauguración el lunes pasado el señor Correa montó un gran espectáculo. Lo más extraordinario fue su nada sutil admisión de que el señor Chávez será el poder detrás del trono ecuatoriano. La mayoría de gobiernos latinoamericanos preservan su independencia como un asunto de orgullo nacional. Pero el señor Correa parecía bastante contento de dejar saber al mundo que él tercerizará la soberanía ecuatoriana a Venezuela.
Ecuador, declara el nuevo presidente, está "dejando atrás la noche neoliberal" y el nuevo gobierno "bolivariano" aplicará "el socialismo del siglo 21". Censuró la competencia y llamó en su lugar a la cooperación. Sostuvo en alto una espada que el señor Chávez le había obsequiado y gritó, "Alerta, Alerta, la espada de Bolívar está pasando a través de América Latina", una referencia a la agenda de Chávez, que pide una integración Sudamericana dominada por el mayor productor de energía. El presidente venezolano estaba encaramado atrás del nuevo presidente, con los ojos entrecerrados, aplaudiendo con entusiasmo la función. El iraní Mahmoud Ahmadinejad fue también un huésped de honor, sentado junto al presidente boliviano Evo Morales.
La inestabilidad política de Ecuador es legendaria, y el señor Correa es el octavo presidente en 10 años. Tendrá que moverse rápidamente hacia su meta de consolidar poder, y para evitar el destino de sus predecesores, también tendrá que hacerlo con cuidado.
Reescribir la constitución es tan importante en su agenda que el día de su inauguración decretó una consulta popular para el 18 de marzo sobre el asunto. El único problema es que el señor Correa no tiene el poder para llamar a un referéndum constitucional. Los cambios a la constitución recaen en el congreso. Ya que el partido del señor Correa no tiene miembros en la cámara de 100 asientos, y su coalición es débil, no está del todo claro que pueda empujar los cambios constitucionales que busca. Su revolución socialista a través de un golpe constitucional podría ser demorada.
Pero eso no deja al autoritario aspirante sin opciones. Tiene las enseñanzas de Lenin como apoyo, si solamente pudiera resucitar una moneda local. Esto explica el asalto a la dolarización que se está llevando a cabo ahora.
La adopción del dólar como la moneda de Ecuador hace siete años ha sido extremadamente popular entre los ecuatorianos de todas las clases. Una larga historia de repetidos ataques de hiperinflación, que destruyeron tanto salarios como ahorros, finalmente ha terminado, y ha sido reemplazada por un nuevo sentido de estabilidad. El señor Correa sabe perfectamente que no puede arrebatar a los ecuatorianos este avance económico sin enfrentar la clase de rebelión que tumbó a gobiernos anteriores. Pero el control que anhela no será suyo mientras reine el dólar.
Para reversar la dolarización e introducir una monada discrecional, el señor Correa tendrá que minar la economía dolarizada. Un paso en ese proceso es suprimir el comercio con los Estados Unidos, el mayor socio comercial de su país. Ya ha garantizado que bajo su dirección Ecuador se alejara de la liberalización comercial con los gringos y se arrojará en los brazos del bloque comercial del señor Chávez, la Alternativa Bolivariana de las Américas.
El proteccionismo ayudará a debilitar la economía dolarizada, pero podría no ser suficiente para provocar una crisis. Una reestructuración forzada de los $10.3 billones de deuda externa proporcionará mayor asistencia, al deteriorar la credibilidad del país y desmotivar nuevas inversiones, particularmente porque es bien sabido que el servicio de la deuda de Ecuador como porcentaje de su producto interno bruno es más bajo que el de Colombia o Brasil. Los acreedores entienden que pagar lo que se debe es un asunto de buena disposición. Sin embargo, el ministro de finanzas del señor Correa, Ricardo Patiño, propuso la semana pasada un recorte de 60% en la deuda del país, e invitó a un equipo de funcionarios argentinos –mejor conocidos como los evasores más experimentados del mundo – a Quito esta semana para asesorarlo.
Se dirá que los "ahorros" en el servicio de deuda serán utilizados para ayudar a los pobres. Esto aumentará la atracción populista del señor Correa pero los políticos nunca tienen suficientes ingresos para alcanzar sus mentas. Bajas tasas de crecimiento y decepcionantes precios del petróleo empeorarán la limitación de ingresos. En una crisis fiscal es muy fácil imaginar un gobierno como el del señor Correa emitiendo papeles o una nueva moneda paralela al dólar.
El Nuevo presidente parece estar preparado justamente para un resultado como este. En el pasado ha hablado de una moneda regional y ha anunciado ahora que terminará con la autonomía del Banco Central. Una vez que la inversión extranjera y el comercio se terminen y la fosa interminable de la corrupción y gasto social sequen los cofres públicos, la dolarización será el chivo expiatorio. El señor Correa puede entonces empezar a imprimir sus propios papeles y hacer que Lenin se sienta orgulloso.
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