Por: Dr. Miguel Palacios Frugone
Había una vez un loro que vivía en la selva ecuatorial. Era bonito y de plumaje canela, así como verde también lo eran sus ojos. Joven, simpático y carismático, quería destronar al rey de la selva, al que le decían el dueño de la jungla. Los animales cansados de lo mismo o quizás porque el pajarraco cantaba, bailaba, era pico de oro y prometía de todo, creyeron en el cambio que el plumífero ofrecía. Siempre decía lo primero que le salía de su lengua. Como era conflictivo y no sabía ni podía callarse, comenzó a pelear contra todos los animales que anteriormente gobernaron la jungla. Para ese entonces hubo elecciones en la selva. Como candidato disputó el reinado contra un pingüino que exportaba todo lo que explotaba. Como el pingüino era lento, no muy carismático, no sabía bailar ni hablaba bien; el loro ganó. Con su triunfo en toda la selva nació la esperanza y una variada multitud de especies creían que se iban a transformar las cosas con una asamblea que permitiría la participación de toda la fauna y que con lo prometido por el loro, por arte de magia iban a tener sin ningún esfuerzo, mucho dinero, salud y trabajo. Para llegar al poder creó un partido al que llamó alianza jungla. En ella aglutinó a los animales más forajidos y a conocidos reptiles de la partidocracia tradicional que decía odiar, así como a los burros revoltosos del movimiento popular de alimañas democráticas, a los que auspició para que sean su fuerza de choque y den bala, palo y piedra a todo el que se opusiera a su omnímoda voluntad. Una vez en el poder, enfrentó a las aves de rapiña que defendían su auto proclamado derecho para seguir embuchándose la troncha en el reino silvestre. Así, había una hiena mentirosa de nariz grandota, piel cobriza y apariencia militar, que gobernó también la jungla y se caracterizaba por mentir cada vez que abría sus fauces, estando siempre dispuesta a congraciarse con cualquiera, a cambio de volver a tener el poder para seguir zampando de lo que antes gobernó. También tenía que destruir a los representantes del congreso animal, que habían hecho una mayoría contraria a sus designios, pero que en realidad obedecían a las órdenes de los mismos cuadrúpedos de siempre. Con las artimañas propias de las serpientes que antes combatía, los expulsó del palacio de la ley y los substituyó por el grupo de los dignos gallinazos, que taimadamente y con paciencia habían estado revoloteando sobre el agonizante pre cadáver de algunos semovientes padres de la patria. Así las cosas, el loro belicoso comenzó a insultar, confrontar y pelear contra todos. Cada vez que hablaba blasfemaba a borbotones y en lugar de tranquilizar a la selva dándole paz y poniéndose a trabajar, se dedicó a destruir a la jungla. También para eso le ordenó a la comadreja que era su pana y manejaba los recursos, que contrate al prontuariado Quinto animal, para que grave en video a todo aquel invertebrado que por su ingenuidad se le acercara para proponerle un negocio. Lo que nunca se imaginó el loro belicoso, es que el Quinto animal lo traicionaría enseñando los pativideos ( Nombre puesto en honor de los ingenuos patos que grababan ) por que el loro lo había votado del lugar donde empuñaba todo lo que podía levantar. Otra de sus tácticas era agredir en todas partes y cuando podía, a las bestias salvajes que comunicaban las noticias. En cada rueda que convocaba los sábados, las denigraba diciéndoles que eran parte de un complot contra su reinado y la causa del aumento de precio del líquido blanco que le sacaban a las vacas y la subida del gas. Así por ejemplo, a un búho que llevaba cuarenta años leyendo noticias, le dijo que escribía pornografía periodística. A un pájaro que venía desde el universo de la costa, lo votó de la rueda de prensa y a una gatita rechonchita le dijo gorda horrorosa. Al parecer esta estrategia no era de él, sino de un gorila militar que vestía de rojo y que vivía en el reino del líquido negro. Así pasó el tiempo y mientras destrozaba a la jungla, hacía lo mismo que decía odiar de todos animales que antes gobernaron. Ofendía a quien podía y metía preso a cada burro que encontraba a su paso, ya sea por rebuznar, mover una oreja o por cualquier metida de pata, ya que pensaba que los que no estaban con el, estaban en su contra. En menos de un año la jungla se fue al desastre como consecuencia del garrote, la subida de precios de los alimentos, los videos y la violencia. Todos los animales del reino vivían temerosos y en zozobra. Nadie sabía lo que iba a suceder y adonde iba a parar el desenfreno provocado por el loro. Todos clamaban por que regrese la paz y cesaran los enfrentamientos. Pese a ello todo empeoró cuando el loro se metió a pelear con la región de los monos. Primero trató de dividir su territorio entregándole sus tierras a tres buitres burgomaestres que carroñaban en la costa. Luego quizo crear un caos en la ciudad de los macacos, permitiendo que los oligarcas que controlaban la mafia de las mulas transportistas puedan pasar sus carretas por un puente. Esto produjo la reacción de todos los monos que estaban dispuestos a morir para que no les tocaran la ciudad donde vivían. Por eso, masivamente apoyaron al primer mono de la comarca, que era un mono que con otro mono antecesor habían transformado el lugar donde vivían los macacos. Entonces desesperado; el loro belicoso metió preso al que pudo, mientras insultaba y amenazaba con cerrar los periódicos de las bestias salvajes. En su engreimiento y egolatría, menospreciaba a todos los que vivían en su reino y despreciaba al que no estuviera sobándole las plumas. Así pasaron los días y después del desconcierto que se vivía en la jungla, no había que comer y sobrevino el hambre. Como consecuencia de ello se generó la reacción de todos los animales y especialmente de los que antes fueron sus partidarios y ahora se sentían engañados, ya que la asamblea no había cambiado nada y las cosas estaban peor que cuando gobernaban los zopencos de siempre. Entonces vinieron los saqueos y las luchas entre los animales de regiones diferentes. Los muertos, la sangre, el dolor y la anarquía se hicieron presentes. Para ese entonces todos los habitantes de la jungla estaban indignados y desplumaron del cargo al loro belicoso. Era tan grande la rabia contra el plumífero que aunque seguía tratando de pelear, ya nadie creía en sus amenazas y no le tenían miedo. Por eso al desplumado pajarraco no le quedó otra alternativa que salir solicitar refugio donde el gorila rojo que tenía una boina sobre su cabeza. Así terminó la historia del que desplumado, compungido y por primera vez callado pajarraco, huyendo corría presuroso, mientras se agarraba sus pantalones alicaídos. En el momento que se escapaba con la velocidad de un rayo, alguien lo reconoció y gritándole le dijo: ¡ya viste loro belicoso!...!Al que se le afloja la correa; se le caen los pantalones!
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