El líder nacional-socialista ecuatoriano busca una asamblea de plenos poderes que le permitan eternizar su plan de gobierno socialista del siglo 21, crea un ministerio de cultura (y propaganda) al estilo de Goebbels, lanza turbas a las calles para presionar al Congreso, fiscalía y otras instituciones para cumplir los designios del líder, el incendio del Reichstag sucede a cámara lenta con cada pedrada y cada turba lanzada a las calles, usa el fallecimiento de su ministra de defensa como provocación, "nos la han quitado" dijo Correa en su funeral, pretende eliminar la autonomía del Banco Central, amenaza con más impuestos al sector productivo, con confiscación a empresas petroleras, con renegociación de contratos con empresas de telecomunicaciones y con mas regulaciones a todas, propone el cierre del país al comercio e inversión internacional, ha desarticulado a la policía nacional y pretende hacer lo mismo en las Fuerzas Armadas, ha pactado con otro gobierno fascista -el del comandante Hugo Chávez- para hacer posible el "Anschluss" bolivariano.
Estamos ante la construcción de un gobierno totalitario frente al cual las élites políticas desprestigiadas, que representan muy poco a los ecuatorianos, no logran ni lograrán una oposición que frene las ínfulas dictatoriales del führer, quien de paso se hace llamar "majestad". A continuación un artículo que refleja con exactitud los paralelismos entre el nacional-socialismo hitleriano y el del gobierno de Rafael Correa.
Editorial en El Universo: El gran dictador
Por José Antonio Gómez Iturralde
En 1938-1939, un grupo de adolescentes estudiábamos en el colegio Alemán de Quito. En su gran campus, algo retirada se hallaba La Casa Alemana, que era motivo de intensa curiosidad, pues en torno a ella se tejían truculentas historias nocturnas. Entre cinco estudiantes decidimos quebrantar la prohibición de acercarse a la casa, pero, debíamos superar al perro de herr Schneider, terrible cancerbero custodio del entorno. Decidimos demostrarle a Rex nuestra amistad, y en los atardeceres le llevábamos pan. Rápidamente, el pastor asoció al grupo con golosinas y tan pronto como nos veía movía jubiloso la cola.
Una noche nos escurrimos de los dormitorios, y acercándonos a la casa accedimos a dos ventanas que daban a un salón donde vimos a nuestros profesores y otras personas de la Embajada alemana, que uniformados escuchaban al Führer en una radio. Puestos de pie aplaudían, extendían el brazo gritando "heil. heil. Hitler". Mas, nosotros por la estática, la distancia y el idioma que no dominábamos, no pudimos captar mucho.
Decepcionados pero no desanimados nos retiramos. Pocos días después, observamos que en una pantalla se proyectaba un noticiario, mostrando tropas de asalto en combate, la Gestapo allanando viviendas. Pasado el tiempo, un Hitler triunfante decapitaba a la Wehrmacht, entraba a Viena, desmembraba Checoslovaquia o firmaba con Molotov el pacto de no agresión germano-soviético, etcétera.
Pudimos verlo bondadoso, solidario, hasta tierno, visitando hogares de los soldados muertos en acción, abrazaba a sus padres y besaba a sus hijos. Consternado, arrasado en lágrimas asistía al funeral de oficiales caídos y pronunciaba palabras entrecortadas por la emoción. Pero, enseguida aparecía transformado, iracundo, y gesticulante inducía a la guerra maldiciendo a quienes humillaron a Alemania en 1914-1918. Y haciendo honor a su afirmación que "la inteligencia de las masas es tan pequeña, como grande es su capacidad de olvido", discurseaba paternal, para al instante incitarlas a una conflagración que lo incineró a él mismo.
El gran dictador, al estimular el enorme patriotismo de su pueblo alcanzó una aureola de vengador y salvador. Y para sacar ventajas del drama cotidiano del pueblo empobrecido por la guerra, provocó la emoción popular, recurrió a actitudes exageradas llenas de dramatismo. Fabricó acontecimientos para crear una constante y extrema tensión ciudadana como campo abonado para que sus mentiras sean aceptadas, sin crítica.
Su actitud más perversa fue jugar con las emociones populares; recurrió al estímulo de sus constantes mentiras y arrebatos demagógicos, condujo al pueblo a vivir en una permanente atmósfera de excitación emotiva para imponerles su aceptación de la guerra. El problema es que mientras se descubren las mentiras, los países pierden horizonte, se destruyen sus obras y lo que es más grave se genera frustración y desencanto.
Las grandes masas pueden ser inducidas a creer las cosas más extraordinarias e inverosímiles sobre su circunstancia, justamente porque cualquiera las dice con mucho énfasis y seguridad.
No sé si lo que hoy nos toca vivir y observar sea igual a lo que entonces vi. Pienso que de hecho es distinto en los signos políticos, pero, muy semejante en la manipulación de las masas. Ya viejo voy de partida y la incertidumbre es para quienes deberán recoger las cenizas. Ojalá me equivoque.
2 comments:
El problema, es que no hay un plan b valido. O tienes algo en mente? Tal vez correa no este haciendo lass cosas bien, pero por lo menos esta en la legalidad. Y la gente que quiere salir tb. Por que existe un culpable de la tragedia nacional y es el congreso.
Rafael Correo no parece tener un plan B, pero yo sugeriría uno:
Bajar el tono de confrontación con el Congreso, negociar con los bloques y sugerir una reforma política en la que creo que todos estamos de acuerdo: depolitización de TC y TSE; cambio de método de elección; despolitización de funcionarios de Contraloría, Procuraduría, Fiscalía; reforma tributaria para eliminar impuesto a la renta o bajarlo a una tasa plana y mínima, firma de acuerdos comerciales con distintos países EEUU y Venezuela incluidos, reducción del gasto excepto educación y salud que deberían entregarse al control de municipios, desregulación de sectores petrolero, comercial, industrial, telecomunicaciones, transportes. Reducción de regulaciones laborales que en 30 años todas ellas no han creado empleos ni han mejorado salarios. Libre flotación de precios y libre importación y fabricación de energía, derivados y combustibles, titularización de tierras campesinas, concesión de carreteras, reducción de ministerios y organismos públicos, delegación de funciones culturales a municipios, apertura de mercado de agencias de fondos de pensiones y seguros de salud, reducción paulatina de subsidios.
Sí existe un plan B. mas economía abierta, libertades políticas, mejor fiscalización de un gobierno limitado a fuciones específicas, asistencia focalizada a la gente que realmente lo necesita, permitir las condiciones para generar empleo y riqueza, menos confiscación de recursos de cada persona para sostener el actual Estado obeso e ineficiente.
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