Hasta que llegó el ansiado día. Lo malo es que no arribó con los resultados que presagió. Talvez no se lo esperaba: segundo después de Noboa. Le pareció increíble; una bofetada a su triunfalismo inundado de avaricia protagónica. Hasta es probable que su soberbia de púber lo haya convencido medularmente de una aplastadora victoria. O quizá no. Su caída sostenida en las preferencias electorales fue fácilmente presumible. Se la leía desde cualquier intuición. Comenzó a descomponerse apenas lideró el termómetro de los presidenciables. En verdad se creyó consolidado, autosuficiente, profeta de un nuevo orden. Por eso no midió su lengua. Irrespetó a cuanto mortal lo contradijese en sus fórmulas de magia econométrica. Hasta sus entrevistas en ECUAVISA, empezaron a sonar falsas. En una ocasión poco difundida, su falsete embistió contra el delfín Artieda, quien lo había acorralado con una de sus frases de campaña: “entonces, usted es populista”. En la radio se desbocó. Allí dejó entrever su maniquea concepción de la realidad ecuatoriana. Sus expresiones nos hicieron percatar que el slogan ¡Patria o muerte! no era una simple frase hecha. Realmente es su visión internalizada para arreglar el país. Es que en su envoltura de 1.83 m., de la que siempre se jacta y en ojitos claros –esos que gustan a nuestras féminas desde los tiempos de Colón- oculta un trasfondo de hambre por el poder, que no quieren entender los ilusos.
Lo que parecía una aburrida contienda, en un punto se entonó. Aunque a destiempo, en la segunda fase de la campaña más polarizada que hemos tenido, Roldós y Viteri decidieron confrontarlo. El primero a media voz, como no queriendo trocarse a media empresa electoral. En cambio, la abandonada líder socialcristiana arremetió con resultados dispersos que poco eco obtuvieron en nuestros mediatizados medios de comunicación masiva.
Caso aparte fue Noboa. En la tercera fase, empezó a sorprender a sus detractores con discursos expositivos más coherentes. Optó por la autenticidad. Supo transmitir de manera sencilla su mensaje. Incluso, rivalizó con el patriótico economista en cuanto a dominio escénico. Es que en el debate presidencial de CNN y ECUAVISA, Correa definitivamente perdió la compostura y empezó a saborear los efectos de haber subido tan rápido sin ningún auténtico respaldo programático.
El coronel honoris causa, seguramente habrá fruncido el ceño en más de una ocasión cuando sus acólitos, cual chasquis, le trajeron la mala nueva de que el oligarca nuevamente invocaba a Taita diosito para conseguir simpatizantes, con resultados ostensibles. ¡Cómo se le pasó por alto ese gozne en su elucubrada carrera meteórica! Faltó el tinte metafísico del cual había renegado tácitamente mientras predicaba, como suyas, las ocurrencias keynesianas: “ciertos economistas creen que estabilidad es no tener inflación; en el cementerio tampoco hay inflación”. O sea, en el largo plazo todos estaremos muertos; qué importa el tipo de medidas seudo económicas que ahora optemos, igual serán otros quienes paguen las consecuencias.
Para contrarrestar la subida teológica de Alvarito, se insufló de espíritu lasallano. Que el pueblo es creyente casi no lo advirtió. Aunque todavía tenía tiempo para remediarlo. Temeroso que le hagan lo mismo que a Borja, a quien en su momento acusaron de comunista ateo, empezó su mañana democrática de cuerpo entero en la iglesia más cercana. Dio la paz a todos (aun a los que no querían). Desentonó las canciones pastorales que antes había aprendido y casi olvidado en la capilla de su ex colegio, al inicio de cada semana. Pero ya estaba nervioso. Era mejor apresurarse a votar. Una semana más y se quedaba fuera de la segunda vuelta. Estaba mortificadamente seguro que su globo había empezado a desinflarse.
Al final de la jornada cívica, periodistas ansiosos de rating lo rodean. ¿No que una sola vuelta?; ¿qué hay de ese dato que tenía 43% y el segundo lugar apenas llegaba al 19%? Pero nadie le inquirió frontalmente. Rehusó sentarse a dialogar a fondo. “Estaba ardido”. No supo una vez más ser caballero. Otra vez envolvió a la prensa, esta ocasión, con su denuncia de fraude. Por suerte, su incondicional de Contacto Directo, ya le había hecho coro desde doquiera que su privilegiada presencia fuera eficaz: televisión, radio, editoriales henchidos de mal disimulados odios. Llegó a hacerle campaña pública fuera de tiempo, arremetiendo contra Noboa en términos indignos de quien ejerce tan delicada profesión. Por supuesto que en el Expreso y en otra radio guayaquileña hicieron lo mismo; pero claro, como la verdad fue patentada por ellos…
Otra rueda de prensa. Correa está a flor de nervios. Nuevamente ensaya el monólogo como método persuasivo de masas. Abría la boca mecánicamente. Su arrogancia no le dejaba asimilar la pesadilla. Se mostraba lívido, lejos de este mundo. Habló rápido, angustiado. Le concedió más tiempo a un Carlos Vera, herido en lo mismo que su ciudadano corazón; en ese enorme ego que no cabe en la historia nacional sino es reconstituyéndola.
En un instante con hedor a frustración se inspira. La revolución light le sale fácil. Está recompuesto. Lo han maquillado con ternura. Ha hecho esfuerzos valientes para auto-convencerse que nada pasa. Sorbe con ojos desorbitados de esa imagen salvadora, construida desde el Ministerio de Economía, que ahora parece roída por la realidad. Habla en blanco y negro, estocando en ese imaginario popular de la explotación versus explotados, tal como lo han asesorado sus ideólogos atrapados en el siglo diecinueve.
Sabe que debe guardar, entre bravuconadas y desmentidos altisonantes, su uniforme de chavista. Inconcientemente se le escapa arrimarse a Borja. A la mañana siguiente coquetea con toda la Izquierda Democrática. Mas, la campaña fue exhausta. Su reciente disfonía le quita fuerzas para seguir proclamando sandeces. Como siempre lo apuntala un cacheteado Vera que ya la noche anterior quiso conseguirle el respaldo de un casi lloriqueante Roldós. Lo que no se esperaba es que el ex-rector, lo pusiera en su puesto casi desenmascarándolo: “mi voto es ético, no ideológico. Si usted cree en esa tesis [de Correa] le respeto su posición, pero por favor respéteme a mi también.”
Pasa el susto. Es un buen luchador, tiene la demagogia así como el carisma de su lado. Ha comenzado la campaña con más ardor que su contrincante. Tiene suerte que E-vote haya fracasado; servirá como caballo de batalla para gritarle a los electores que le han hecho fraude. Sin embargo, su laberinto es que ha llegado al tope. Debe aprender a crecer contra los cucos de la política ecuatoriana. Gutiérrez y Bucaram, le empezarán pronto a quitar el sueño. Debe inventarse nuevas frases de campaña. Investigar que quiere la masa. Arruinar más canciones de rock. Argüir contra el libre comercio, arrepentirse en secreto de haber denostado contra las élites y arrimarse a ciertos empresarios que, como Isidro Romero, no entienden las ventajas de negociar con nuestro mayor socio comercial. En el fondo, sabe que si llega a ganar, no le será fácil cumplir con traerles a los pobres el paraíso que les ha prometido. Su oportunidad, casi ha desaparecido. Víctor Hugo
Lo que parecía una aburrida contienda, en un punto se entonó. Aunque a destiempo, en la segunda fase de la campaña más polarizada que hemos tenido, Roldós y Viteri decidieron confrontarlo. El primero a media voz, como no queriendo trocarse a media empresa electoral. En cambio, la abandonada líder socialcristiana arremetió con resultados dispersos que poco eco obtuvieron en nuestros mediatizados medios de comunicación masiva.
Caso aparte fue Noboa. En la tercera fase, empezó a sorprender a sus detractores con discursos expositivos más coherentes. Optó por la autenticidad. Supo transmitir de manera sencilla su mensaje. Incluso, rivalizó con el patriótico economista en cuanto a dominio escénico. Es que en el debate presidencial de CNN y ECUAVISA, Correa definitivamente perdió la compostura y empezó a saborear los efectos de haber subido tan rápido sin ningún auténtico respaldo programático.
El coronel honoris causa, seguramente habrá fruncido el ceño en más de una ocasión cuando sus acólitos, cual chasquis, le trajeron la mala nueva de que el oligarca nuevamente invocaba a Taita diosito para conseguir simpatizantes, con resultados ostensibles. ¡Cómo se le pasó por alto ese gozne en su elucubrada carrera meteórica! Faltó el tinte metafísico del cual había renegado tácitamente mientras predicaba, como suyas, las ocurrencias keynesianas: “ciertos economistas creen que estabilidad es no tener inflación; en el cementerio tampoco hay inflación”. O sea, en el largo plazo todos estaremos muertos; qué importa el tipo de medidas seudo económicas que ahora optemos, igual serán otros quienes paguen las consecuencias.
Para contrarrestar la subida teológica de Alvarito, se insufló de espíritu lasallano. Que el pueblo es creyente casi no lo advirtió. Aunque todavía tenía tiempo para remediarlo. Temeroso que le hagan lo mismo que a Borja, a quien en su momento acusaron de comunista ateo, empezó su mañana democrática de cuerpo entero en la iglesia más cercana. Dio la paz a todos (aun a los que no querían). Desentonó las canciones pastorales que antes había aprendido y casi olvidado en la capilla de su ex colegio, al inicio de cada semana. Pero ya estaba nervioso. Era mejor apresurarse a votar. Una semana más y se quedaba fuera de la segunda vuelta. Estaba mortificadamente seguro que su globo había empezado a desinflarse.
Al final de la jornada cívica, periodistas ansiosos de rating lo rodean. ¿No que una sola vuelta?; ¿qué hay de ese dato que tenía 43% y el segundo lugar apenas llegaba al 19%? Pero nadie le inquirió frontalmente. Rehusó sentarse a dialogar a fondo. “Estaba ardido”. No supo una vez más ser caballero. Otra vez envolvió a la prensa, esta ocasión, con su denuncia de fraude. Por suerte, su incondicional de Contacto Directo, ya le había hecho coro desde doquiera que su privilegiada presencia fuera eficaz: televisión, radio, editoriales henchidos de mal disimulados odios. Llegó a hacerle campaña pública fuera de tiempo, arremetiendo contra Noboa en términos indignos de quien ejerce tan delicada profesión. Por supuesto que en el Expreso y en otra radio guayaquileña hicieron lo mismo; pero claro, como la verdad fue patentada por ellos…
Otra rueda de prensa. Correa está a flor de nervios. Nuevamente ensaya el monólogo como método persuasivo de masas. Abría la boca mecánicamente. Su arrogancia no le dejaba asimilar la pesadilla. Se mostraba lívido, lejos de este mundo. Habló rápido, angustiado. Le concedió más tiempo a un Carlos Vera, herido en lo mismo que su ciudadano corazón; en ese enorme ego que no cabe en la historia nacional sino es reconstituyéndola.
En un instante con hedor a frustración se inspira. La revolución light le sale fácil. Está recompuesto. Lo han maquillado con ternura. Ha hecho esfuerzos valientes para auto-convencerse que nada pasa. Sorbe con ojos desorbitados de esa imagen salvadora, construida desde el Ministerio de Economía, que ahora parece roída por la realidad. Habla en blanco y negro, estocando en ese imaginario popular de la explotación versus explotados, tal como lo han asesorado sus ideólogos atrapados en el siglo diecinueve.
Sabe que debe guardar, entre bravuconadas y desmentidos altisonantes, su uniforme de chavista. Inconcientemente se le escapa arrimarse a Borja. A la mañana siguiente coquetea con toda la Izquierda Democrática. Mas, la campaña fue exhausta. Su reciente disfonía le quita fuerzas para seguir proclamando sandeces. Como siempre lo apuntala un cacheteado Vera que ya la noche anterior quiso conseguirle el respaldo de un casi lloriqueante Roldós. Lo que no se esperaba es que el ex-rector, lo pusiera en su puesto casi desenmascarándolo: “mi voto es ético, no ideológico. Si usted cree en esa tesis [de Correa] le respeto su posición, pero por favor respéteme a mi también.”
Pasa el susto. Es un buen luchador, tiene la demagogia así como el carisma de su lado. Ha comenzado la campaña con más ardor que su contrincante. Tiene suerte que E-vote haya fracasado; servirá como caballo de batalla para gritarle a los electores que le han hecho fraude. Sin embargo, su laberinto es que ha llegado al tope. Debe aprender a crecer contra los cucos de la política ecuatoriana. Gutiérrez y Bucaram, le empezarán pronto a quitar el sueño. Debe inventarse nuevas frases de campaña. Investigar que quiere la masa. Arruinar más canciones de rock. Argüir contra el libre comercio, arrepentirse en secreto de haber denostado contra las élites y arrimarse a ciertos empresarios que, como Isidro Romero, no entienden las ventajas de negociar con nuestro mayor socio comercial. En el fondo, sabe que si llega a ganar, no le será fácil cumplir con traerles a los pobres el paraíso que les ha prometido. Su oportunidad, casi ha desaparecido. Víctor Hugo
3 comments:
Que esbirro chupa medias eres.
Da asco leer toda esa retórica adulona. Tratas de descalificar al oponenente de tu amo.
Se mas pensante, ambos son una porquería, pero demostrar vehemencia por uno de ellos significa solamanente una de dos cosas: o erres un limitado mental que se cree todo lo que le dicen en la tv, o eres un esbirro de nariz café que busca que lo tomen en cuenta para algun puesto.
¿donde quedó tanto discurso idealista y profunda filosofía neoliberal?
¿Eres otro demagogo?
no entiendo como pueden apoyar a un retrasado mental, digan lo que digan es un retrasado mental y conociendo mas sus antecedentes no me ha quedado aliento, seria un bush criollo, torpe y con sed de poder.
Señores anónimos:
En este blog no tenemos amos ni buscamos a ninguno. Nuestros únicos directores son nuestros principios y nuestra conciencia, a ellos nos debemos.
Sobre el artículo de Victor Hugo, no encuentro adulación alguna a ningún candidato, demagogia ni nada parecido, por una parte califica a uno de los candidatos como "oligarca" y a su oponente como "chavista".
Para el segundo anónimo: evidentemente no solo no estamos apoyando a Correa, todo lo contrario, este blog y todos quienes lo componemos nos encontramos frontalmente opuestos al candidato Rafael Correa, quien personifica el autoritarismo y la demagogia mas ramplona.
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