Saturday, October 07, 2006

Opinión: Veintisiete años

Veintisiete años fueron suficientes. Veintisiete años tuvieron que pasar para moderar una actitud en principio contestataria, luego de establecimiento, de reconocimiento y finalmente, tal vez, de costumbre. En veintisiete años se moldeó el Ecuador de 2006 y se preparó al Ecuador para 2007.
Luego de salir de la dictadura militar de los años setenta, cientos de intelectuales, académicos, analistas y miles de estudiantes de periodismo vieron en el fin del gobierno militar y en la victoria de la Fuerza del Cambio una válvula de escape. Fue en esa época que surgieron nuevas voces de oposición democrática, voces criadas con la primavera del 68 a cuestas y con el romanticismo que les vendió la maquinaria propagandística de la Revolución Cubana como guía, que han envejecido con ideas a las que se acostumbraron, a las que se resistían a traicionar por más probada que se vea su ineficacia, y a las que un poco por testarudez, un poco por maña y un poco por rating se aferraron. Esas voces, esas letras, ilustraron un país durante la década perdida de los ochentas y durante la década formativa de los noventas, forjaron y formaron la opinión pública nacional durante todo el último periodo democrático y finalmente inspiraron a la nueva generación que ocupa ahora su lugar y repite como hace casi treinta años sus ideas.
Durante veintisiete años, los intelectuales, los periodistas, los académicos, la intelligentsia toda y la mayoría de la población que les respeta, les oye y les sigue, se han persignado ante la imagen del liberalismo. Han luchado palabra a palabra, artículo a artículo, aula a aula y publicación a publicación, contra aquel demonio llamado mercado y contra los jinetes apocalípticos llamados capitalismo, libertad, comercio y propiedad.
Han luchado y han ganado. El país de 2006 es el que ellos quisieron desde hace 27 años. El sesgo político que imprimieron en todas sus acciones y la pelea sin cuartel que libraron contra todo lo que les sonaba a ortodoxia, ley y orden han dado frutos y el Ecuador se inclina, tal vez sin remedio, hacia un proyecto que defiende justamente lo que ellos han venido defendiendo.
Pero como siempre el jardín del vecino es más verde, todo aquello que patrocinaron sin conocer y sin entender ahora se cierne sobre sus cabezas. El proyecto que se deriva de todo aquel romanticismo que quisieron vivir y generosamente quisieron que comprendamos y vivamos ha dejado ver su cara verdadera. Los engranajes que le permiten sobrevivir y el lado sucio, sin el cual no es posible impulsarlo.
El proyecto latinoamericano que impulsan los tentáculos de la Cuba revolucionaria, Ortega y sus sandinistas, Chávez y sus matones, Evo y sus cocaleros montoneros y el propio “Che” abatido mientras exportaba su revolución ahora está a las puertas del Ecuador, con un candidato que mira complacido como el país que la prensa y la academia crearon baja su cabeza en genuflexión y le entrega no solo su voto sino su libertad, para que el Ecuador sea un engranaje más de la maquinaria del Imperialismo Chavista.
Ahora, cortas e insuficientes semanas antes de una elección que decide si mi país vivirá en democracia o en tiranía, esa misma academia, esa misma prensa que ha combatido el sentido común, lo ha encontrado. El gigantesco vuelco que han dado más de un medio de comunicación y más de un analista se justifica cuando las declaraciones del peón del chavismo denotan un desprecio inherente por la democracia, por la libertad y, particularmente, por la libertad de expresión, que es la que les afecta directamente. Desprecio con el cual asegura su supervivencia un proyecto autoritario que oculta la forma en que exprime a sus ciudadanos. Desprecio con el cual construye una maquinaria propagandística en la que no hay cabida para el intelectual que no plegue y se arrodille, ni para el periodista que no repita verdades oficiales.
Veintisiete años fueron suficientes para que el Ecuador, concientemente, apoye un proyecto nacido de la forma que la intelligentsia le dio a la opinión pública y del cual ahora, cuando finalmente ve la realidad, se aterra y busca salidas. Ojalá haya una salida, ojalá la intelligentsia aprenda las lecciones y ojalá no abandone ese sentido común que le tomó veintisiete años encontrar.

1 comment:

DCA said...

El ecuatoriano como ser libre y soberano de su destino sabe elegir lo que cree conveniente. El problema es que quienes estan arriba en el poder se dejan seducir y no cumplen con lo esperado. El ecuatoriano no es ni mas ni menos inteligente porque elige a alguien que no le gusto a un grupo, si fuera así partamos el país en pedazos y que cada zona tenga su propio presidente. La mejor opción para salir adelante siempre va a ser la que nosotros escojamos porque es libre y voluntaria y porque esa es la opción que Dios nos ha puesto adelante. No más lamentos, simplemente más ingenio y más ganas de buscar el bien común. Sea cual sea el proyecto que gane lo ideal es sumarse al mismo para generar un mayor bienestar social aunque por eso algunos tengamos que resignarnos a tener menores utilidades.