Por: Francisco Endara D.
Es interesante ver como la influencia destructiva del miedo puede afectar el equilibrio de conceptos e ideas hasta el punto de ser absorbidos por personas que si bien poseen un título por haber realizado estudios de economía parecen no tener criterio o conocimiento sobre la realidad e historia de la vida y relaciones entre los seres humanos.
Y voy a hacer referencia a un artículo presentado por el conocido economista Alberto Acosta en el diario Hoy del 19 de Julio del 2006.
Stiglitz asume que los acuerdos bilaterales “no son libres ni justos”. Aquí cabe preguntarse: ¿Se puede asumir a priori que un acuerdo bilateral realizado con un país desarrollado es injusto? Yo creo que no. Un acuerdo justamente se dará bajo el consentimiento de ambas partes. Lamentablemente en asuntos como este prima la paranoia y el complejo hacia el rico, es decir se asume que el rico ha llegado a ser rico porque ha robado.
Pero hay que tener la mente lo suficientemente coherente para darse cuenta que no siempre es así, es como si dijésemos que todos los estudiantes que tienen un excelente promedia es debido a que han copiado. Esto si bien es cierto, no implica que todos lo hagan. Lo mismo se aplica a los negocios y a las relaciones entre países.
No es justo ni ético asumir cosas sobre el otro simplemente por miedo, por prejuicios o porque nos cae mal.
Como menciona Acosta, tomando palabras de Stiglitz: “Estos acuerdos… Son una imposición provocada por una combinación de “temor y sueño” (garrote y zanahoria, diríamos).” ¿Pero acaso esto no es lo que sucede con aquellos que están en contra del TLC, quienes se oponen a que vengan compañías extranjeras al país, con mejor tecnología y con la consecuente generación de empleo? ¿Acaso estos personajes no anuncian que con el TLC y la inversión extranjera, el país va a desaparecer (temor) y nos anuncian que el paraíso está cerca mientras nos mantengamos aislados del mundo (sueño), peleándonos con todos allá afuera a pretexto de un concepto mal entendido de soberanía?
Acosta en su artículo, asume que: “los $30 millones anuales de pérdida por el fin de las ATPDEA son superados por los $2 000 millones al año que generarán los cambios legales introducidos en el campo hidrocarburífero; cambios que interrumpieron la negociación del TLC.”
La pregunta es: ¿Por qué fijarse en los “2.000 millones al año que generarán los cambios legales introducidos en el campo hidrocarburífero” y no fijarse mas bien en que sin la firma de acuerdos comerciales que nos abran al mundo podemos estar perdiendo mucho más que eso?
A ver, pensemos un poquito… Esos 2.000 millones dicen siempre que van a los pobres, ¿será eso verdad? O será más bien que termina inflando más la burocracia, destruyendo nuestros campos petroleros debido al mal manejo con el cual se manejan todas las empresas del Estado. ¿No me cree? Entonces revise la historia de las empresas estatales de nuestro país.
¿Acaso no sería más conveniente que nuestras empresas se fortalezcan como resultado de acuerdos comerciales bien negociados, creando más empleo y trayendo más divisas para el país?
Entonces habrá que elegir entre lo que suena bonito pero nunca ha sido posible realizar (sueño) y entre lo que efectivamente demuestra brindar un mayor bienestar a las familias de nuestro país.
Que si no firmamos el TLC porque “somos muy machos y nos paramos frente a los gringos” ¡bueno! Pero igual nos van a llegar los mismos productos -por intermedio de países vecinos como Colombia-, y los vamos a consumir, solo que nos costarán más, y al costar más van a ser menos accesibles a las personas de menores recursos económicos, quienes justamente por no poder acceder a dichos productos -y solo por mencionar unos ejemplos: computadores, maquinaria para pequeños negocios- podrán estar perdiendo la oportunidad de mejorar su nivel de vida; y de carambola también se perderán muchos empleos que justamente es algo que perjudicará a los más pobres.
Si es así, entonces no se quejen luego de por qué estamos pobres…
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