Sorprende que ninguna de las autoridades de la comunidad democrática sudamericana haya cuestionado públicamente las violaciones a las libertades individuales que a diario se suceden en Cuba. Por el contrario, la sola participación de Castro en la reciente cumbre puede considerarse como un implícito respaldo a sus tropelías.
Una de las razones por las cuales en Cuba, desde hace décadas, se multiplican los presos políticos y no se respetan elementales libertades guarda relación, precisamente, con la falta de una condena al régimen por parte de las naciones libres de América Latina.
Noticia en El Comercio: Opinión - Insólito tributo a un dictador
La visita de Castro a la Argentina, en síntesis, sólo dejó interrogantes sin respuesta y profundas dudas sobre la verdadera vocación democrática de quienes le rindieron honores inmerecidos. Sólo cabe esperar que las naciones democráticas del Mercosur no repitan el error que cometieron cuando decidieron incorporar a Venezuela como miembro pleno, pese a los rasgos autoritarios de su gobierno.
El Federalista: La democracia es a menudo confundida con la libertad. La mayoría de gobernantes democráticos de Latinoamérica no lo comprenden realmente. Cuba y Venezuela pueden ser naciones democráticas, pero distan mucho de ser naciones libres, como distan también el Ecuador y el resto de naciones de este lado del mundo. El error fundamental está en creer que la democracia es un fin, cuando en realidad es un medio. Al ser considerada un fin, la mayoría de cubanos que ponen (hipotéticamente) a Castro en el poder, asamblea tras asamblea, están ejerciendo la democracia cuando se fusila a los disidentes y se confina a los ciudadanos a vivir en la única isla que no tiene salida al mar. Eso se conoce como una "dictadura de la mayoría" y es una tiranía que sólo se diferencia porque es la mayoría de la sociedad la que decide sobre fusilamientos y encarcelamientos, y no una sola persona.
La democracia debe ser considerada como lo que es, una herramienta para elegir a los representantes que irán al gobierno, pero que deberán limitar sus acciones a la ley. Esa es la diferencia fundamental entre una dictadura y el Imperio de la Ley, que es a la postre la única condición ineludible para el desarrollo de las naciones.
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