El nuevo presidente de la República debe entender el concepto del trabajo. Debe estar clarísimo que solo el trabajo nos sacará de la crisis. No el empleo sino el trabajar. Y debe conocer profundamente que la creación de riqueza es lo único que elimina la pobreza. Y esa riqueza, lo debe saber bien el próximo presidente, solo la crean los individuos. No el Estado. No porque yo lo diga o porque lo sepa en su fuero interno la gran mayoría de ecuatorianos, sino porque es un hecho. Debe saber el presidente cuánto le ha costado el Estado a los ciudadanos y cuánto dinero ha tenido a su disposición y no ha hecho nada.
El próximo presidente debe saber bien que la inversión que se necesita no vendrá gracias a lindos spots televisivos ni a grandes discursos, ni a delegaciones extensas que cabildean mientras se juegan los partidos del Mundial sino con reglas claras, institucionalidad y apertura.
Quien se siente en la silla de Rocafuerte, García Moreno, Alfaro y Plaza debe conocer quiénes fueron y qué hicieron esos personajes. Debe querer trabajar y no ver su cara cada semana en cadenas de televisión. Debe comprender la historia y haber estudiado sus actores. Debe entender que Mao, Pol Pot, Stalin y Hitler asesinaron a más de 120 millones de personas, que sus ideas se basan en las de Hegel, Moro, Marx, Engels, y que quienes las continúan, Kim Jong-Il, Hugo Chávez y Manuel Marulanda han potenciado el hambre, la guerra, el terrorismo, la miseria y el subdesarrollo an las naciones donde actúan, que no son suyas aunque así lo crean. Debe conocer asimismo a quienes han llevado a sus países hacia el desarrollo, como Jefferson, Madison, Thatcher, Aznar, Lee Kuan Yew Lagos, Flores. Debe dominar la historia de cómo las naciones se hacen prósperas y sobre todo, de cuándo y en qué circunstancias se hacen prósperas. Debe saber cómo Irlanda llegó a tener el cuarto ingreso per capita del mundo y cómo Singapur, Taiwán, Corea del Sur o Chile pasaron de ser países subdesarrollados a ser potencias regionales.
El mandatario que asuma en enero tiene que estar conciente de que el país debe vivir en libertad para poder progresar. Debe conocer aquella frase de Benjamín Franklin que reza "ninguna nación se ha empobrecido gracias al comercio." Debe entender que el Congreso no es mejor por el número de leyes que aprueba sino que será histórico y recordado por el número de leyes que derogue para facilitar la vida al ciudadano.
Quien asuma la gravísima responsabilidad de guiar al país en esta época tumultuosa debe estar claro en que un sistema manejado por pocos grupos de poder nunca funciona y que los grupos de poder en el Ecuador tienen nombre y se llaman UNE, FETRAPEC, CONAIE, CEOSL, FETRALPI, entre otros. Que los sindicatos públicos ahorcan a la salud, a la educación, a los fondos de retiro, a las empresas municipales, a los servicios públicos, a los individuos trabajadores y honestos del Ecuador. Que la propiedad pública de los medios de producción no crea riqueza sino que la consume. Que los monopolios estatales drenan y frenan al país. Que la apertura comercial es buena, que la competencia es buena y que la libertad es buena.
El próximo presidente tiene un gran peso sobre sus hombros. Debe entender que el país está polarizado y que la ignorancia en la que se ha mantenido a la gente hace que caudillos, líderes sociales de poca monta, enemigos de la democracia y personajes completamente ignorantes de la forma cómo se progresa lleguen a Carondelet. Es su responsabilidad iniciar un proceso que culmine con que la masa se destruya y surja el individuo pensante, racional, que pueda discriminar y eliminar al populismo, que no se deje comprar por una cara bonita y una sonrisa vacías, que no le haga caso al aventurero, al cantor ni al generoso con plata ajena, sino a quien promete trabajo, a quien va a crear las condiciones para que los sacrificios que tengamos que hacer para desarrollarnos y progresar tengan una recompensa en el largo plazo y que, por lo menos, nuestros hijos y nietos puedan vivir en libertad y en prosperidad.
El próximo presidente debe saber bien que la inversión que se necesita no vendrá gracias a lindos spots televisivos ni a grandes discursos, ni a delegaciones extensas que cabildean mientras se juegan los partidos del Mundial sino con reglas claras, institucionalidad y apertura.
Quien se siente en la silla de Rocafuerte, García Moreno, Alfaro y Plaza debe conocer quiénes fueron y qué hicieron esos personajes. Debe querer trabajar y no ver su cara cada semana en cadenas de televisión. Debe comprender la historia y haber estudiado sus actores. Debe entender que Mao, Pol Pot, Stalin y Hitler asesinaron a más de 120 millones de personas, que sus ideas se basan en las de Hegel, Moro, Marx, Engels, y que quienes las continúan, Kim Jong-Il, Hugo Chávez y Manuel Marulanda han potenciado el hambre, la guerra, el terrorismo, la miseria y el subdesarrollo an las naciones donde actúan, que no son suyas aunque así lo crean. Debe conocer asimismo a quienes han llevado a sus países hacia el desarrollo, como Jefferson, Madison, Thatcher, Aznar, Lee Kuan Yew Lagos, Flores. Debe dominar la historia de cómo las naciones se hacen prósperas y sobre todo, de cuándo y en qué circunstancias se hacen prósperas. Debe saber cómo Irlanda llegó a tener el cuarto ingreso per capita del mundo y cómo Singapur, Taiwán, Corea del Sur o Chile pasaron de ser países subdesarrollados a ser potencias regionales.
El mandatario que asuma en enero tiene que estar conciente de que el país debe vivir en libertad para poder progresar. Debe conocer aquella frase de Benjamín Franklin que reza "ninguna nación se ha empobrecido gracias al comercio." Debe entender que el Congreso no es mejor por el número de leyes que aprueba sino que será histórico y recordado por el número de leyes que derogue para facilitar la vida al ciudadano.
Quien asuma la gravísima responsabilidad de guiar al país en esta época tumultuosa debe estar claro en que un sistema manejado por pocos grupos de poder nunca funciona y que los grupos de poder en el Ecuador tienen nombre y se llaman UNE, FETRAPEC, CONAIE, CEOSL, FETRALPI, entre otros. Que los sindicatos públicos ahorcan a la salud, a la educación, a los fondos de retiro, a las empresas municipales, a los servicios públicos, a los individuos trabajadores y honestos del Ecuador. Que la propiedad pública de los medios de producción no crea riqueza sino que la consume. Que los monopolios estatales drenan y frenan al país. Que la apertura comercial es buena, que la competencia es buena y que la libertad es buena.
El próximo presidente tiene un gran peso sobre sus hombros. Debe entender que el país está polarizado y que la ignorancia en la que se ha mantenido a la gente hace que caudillos, líderes sociales de poca monta, enemigos de la democracia y personajes completamente ignorantes de la forma cómo se progresa lleguen a Carondelet. Es su responsabilidad iniciar un proceso que culmine con que la masa se destruya y surja el individuo pensante, racional, que pueda discriminar y eliminar al populismo, que no se deje comprar por una cara bonita y una sonrisa vacías, que no le haga caso al aventurero, al cantor ni al generoso con plata ajena, sino a quien promete trabajo, a quien va a crear las condiciones para que los sacrificios que tengamos que hacer para desarrollarnos y progresar tengan una recompensa en el largo plazo y que, por lo menos, nuestros hijos y nietos puedan vivir en libertad y en prosperidad.
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