DIARIO EL COMERCIO¿Socialismo del siglo XXI o XIX?Por Gonzalo Maldonado Albán
‘Hay un cuadro que me fascina pero cuesta mil dólares y yo gano apenas 100 dólares. En cambio, un ignorante que gana 20 000 paga por ese cuadro los 1 000 dólares y no sabe si está al revés o al derecho (…). Esos mil dólares no reflejaron el valor que tenía el cuadro para quien no pudo comprarlo, solo representa la cantidad de dólares que tenía quien lo compró”.
Con este ejemplo, el economista Rafael Correa ilustró su desconfianza con el sistema de precios de mercado. Para él, esos precios sólo sirven para reflejar el valor de cambio (el costo) y no el valor de uso (la utilidad) de un bien. “Creemos más en el valor de uso que en el valor de cambio”, agregó el Presidente en un seminario que impartió esta semana sobre el ‘socialismo del siglo XXI’. La reflexión del Mandatario y ex catedrático de economía sorprende, pues el ejemplo que propuso muestra precisamente que un precio de mercado sí refleja el valor de uso de un bien -en este caso, el de una pintura. ¿Por qué?
Porque si el mercado solamente computara el valor de cambio de un cuadro, su precio fuera infinitamente menor. En mi casa tengo un dibujo del maestro Iza. Es un cuadro pequeño hecho al pastel que le habrá tomado algunas horas hacerlo. Si calculásemos el valor de ese tiempo de trabajo, más el costo de los materiales, el precio de aquella pintura jamás hubiese alcanzado el valor que pagué por ella.
El buen arte se vende caro precisamente porque el mercado calcula el valor de uso que una pintura proporciona a quien la adquiere. Por tanto, el ‘ignorante’ del ejemplo del presidente Correa no lo sería tanto, pues al menos supo entender el valor artístico de una obra plástica y pagó una suma elevada por ella. (Algo debe saber ese ‘ignorante’ para que alguien esté dispuesto a pagarle 20 000 dólares, digo yo).
Exijo una explicaciónPor Diego Pérez Ordóñez
Pero pienso que, hasta el momento, el socialismo del siglo XXI deja más preguntas que respuestas, más signos de interrogación que signos de admiración. Por ejemplo: sus defensores alegan que el proyecto propuesto respetará y fomentará las libertades. Sin embargo, todo el que se ha atrevido a cuestionar al poder ha recibido un apodo o un insulto: pelucones, pelagatos, gordita horrorosa y muchos etcéteras.
Las soflamas radiales de los sábados me ahorran palabras y tinta. En lugar de fomentar el debate, el Régimen auspicia la confrontación, la tensión y la violencia. Los discursos presidenciales suelen estar cargados de advertencias y amenazas.
El socialismo del siglo XXI promete el cambio, el turno de las nuevas generaciones y una nueva visión de la política. Sin embargo, desde el poder se remozan las mismas mañas políticas de toda la vida: el baile en la tarima para agradar al pueblo, el discurso inflamado, agresivo y delirante para amilanar, la arenga de balcón, las coqueterías con las Fuerzas Armadas y los llamados a las puertas de los cuarteles, la propiedad sobre la verdad absoluta e indiscutible, los gabinetes itinerantes. Tengo razones legítimas para el escepticismo. No veo nada de nuevo en las palabras bonitas. Exijo una explicación.
Déficit democráticoPor Juan Fernando Salazar
Los autoritarios están nerviosos porque la plataforma ilegítima y extendida de la campaña electoral oficial está por expirar. Afortunadamente. El aire pesado del abuso de poder está en un punto cercano a volverse insoportable.
La democracia -que ha sido la gran meta a la que nos acercamos y de la que nos alejamos cíclicamente dependiendo de los vaivenes y caprichos de los seudo representantes- está muy cerca de exigirnos a todos una prueba de fuego contundente que garantice el cambio, la concertación y la participación.
El cambio implica la redefinición y el respeto a las instancias estatales. Si Febres Cordero se bajó de la bestia estatal por el lado derecho y Correa se sube por el izquierdo para sentarse en la misma montura caliente, en el mismo centrismo que toma al Estado como lo que no debe ser, entonces no hemos ganado nada, hemos involucionado a 1984 cuando la esperanza dizque estaba de pie para esperar la entrega de pan, techo y empleo de manos del todopoderoso filantrópico.
El Estado es una instancia ficticia para respetar derechos y para ejercitar la justicia. Solo los forajidos a destajo pueden defender la irracionalidad de un Estado que usurpa el poder de la gente para devolvérselo mermado a modo de regalo, de dádiva indigna y de derroche ilegítimo e irresponsable. La pretensión comunicativa de que el Presidente regala fondos, de que el Gobierno regala urea, de que el Estado regala diésel son las mismas mentiras cerdosas y nada originales de que el Estado es del Gobierno transitorio y de que el Gobierno es propiedad privada del Presidente de turno. Los gobiernos, que en vez de ser diligentes son casi siempre atrabiliarios y abusadores, solo están para tomar medidas económicas más o menos racionales y más o menos equitativas.
Socialismo XXI, un castillo de naipesPor Marco Arauz Ortega
Uno de los participantes fue el presidente Rafael Correa, quien no aclaró cuál es el modelo de desarrollo detrás del socialismo que propone. Afirmó que el trabajo humano es más importante que el capital, que el valor de uso es más importante que el valor de cambio y que el Estado debe tener fuerte participación económica. Se puede hacer caso omiso de su falta de originalidad, pero no de la incertidumbre sobre cuál es su idea real sobre temas como la propiedad privada y la acumulación de excedentes. La duda fue abonada en esta misma semana por el ex Ministro de Energía y cabeza de la lista nacional de candidatos gobiernistas, cuando habló de que en la asamblea se priorizará el concepto de propietario-productor…
Se pudiera responder, con un poco de cinismo, que ése es el resultado de haber elegido a personas que nunca se dedicaron a actividades productivas y que por añadidura están rodeadas de algunos productores que quebraron o se acostumbraron a la ayuda del Estado. Pero el tema va más allá de la anécdota. En la práctica, el Gobierno está profundizando el esquema de subsidios (cuyos mayores beneficiarios son quienes no lo necesitan), con lo cual perennizará la ineficiencia productiva. El patrón se repite en decisiones como la de poner arancel cero para las materias primas importadas y de subir los de los bienes terminados que ingresan. Esta manera fácil de entrar al mejor de los mundos trae beneficios de corto plazo para los productores, pero la ineficiencia la pagan los consumidores.
DIARIO HOYLa locura del poderPor Luis Herrería Bonnet
Ante la obsesión demostrada por el economista Correa por la acumulación de poder, es necesario que la prensa, como alta expresión de formulación democrática, insista con toda energía sobre la importancia del respeto a tan vital sistema político, que aún cuando no sea entendido por los sedientos de inconfesables propósitos, se hace necesaria la reflexión aleccionadora.
El poder no puede reducirse a fuerza ciega, bruta. Esa fuerza material debe estar plegada a unas normas, y las normas promulgadas en función de una cierta ideología, que siempre estará distanciada del populismo ramplón. Un poder que no se atemperase a la búsqueda de la libertad, dejaría de ser poder, para convertirse pura y simplemente en tiranía.
Este tema del poder hace imprescindible una evaluación permanente, especialmente cuando sujetos irresponsables lo detentan, y con mayor razón cuando no existe un mínimo de confianza para que se cumpla con la resolución sobre los límites de la Asamblea Constituyente, emanada de un Tribunal Constitucional obsecuente. La preocupación se ahonda cuando debemos estar prevenidos por ciertos temperamentos cicloides o esquizoides, que reflejan personalidades inmersas en delirios con altas dosis de peligrosidad, muy contrarias al espíritu de trabajo fecundo y paz ciudadana que con tanta ansiedad reclaman los ecuatorianos.
DIARIO EL UNIVERSOSocialismo del siglo XXIWalter Spurrier Baquerizo
Efectivamente, los que proponen el socialismo del siglo XXI consideran un error de los marxistas haber cambiado el capitalismo privado por un capitalismo de Estado: sigue habiendo acumulación de capital, aunque en manos del Estado y no privadas. Observan que eso es lo que lo hizo reversible: en Rusia bastó privatizar las empresas estatales, y adiós comunismo.
En su lugar, el socialismo del siglo XXI propone que se mantenga la propiedad privada, pero que esta pase a los trabajadores, para que no haya acumulación de capital. Este socialismo tiene afinidad con lo propuesto por Velasco Alvarado en el Perú entre 1968 y 1975, lo que no debe sorprender, ya que en esos años Hugo Chávez fue agregado militar en Lima y asimiló esas ideas.
La doctrina es bastante radical en sus tesis: “La economía del mercado es incompatible con la democracia real de las mayorías”, escribe Dieterich.
Considera “centros de gravitación del enemigo”, que es “la burguesía” a “sus Fuerzas Armadas; sus medios de comunicación nacionales; sus grandes capitales; la jerarquía eclesiástica; la superestructura jurídica, particularmente las corruptas y reaccionarias Cortes Supremas; la superestructura legislativa y sectores del ejecutivo civil”.
El grado de apoyo que obtenga el Gobierno en las elecciones “determina el campo de batalla y la forma de guerra que tienen que escoger los nuevos gobernantes”. Si la victoria es estrecha, se requiere una estrategia defensiva. Si es amplia, entonces puede pasar a la ofensiva.