Comenzaré diciendo que una Constitución bien redactada es un instrumento que tiene por objeto poner límites al poder cualquiera sea este tales son los casos de la Carta Magna inglesa o la Constitución de los Estados Unidos. En nuestro país salvo el caso de la Constitución de la Provincia Libre de Guayaquil promulgada por J. J. Olmedo, las constituciones fueron promovidas -como la que se pretende crear ahora- como instrumentos para establecer programas ideológicos no para garantizar derechos.
El proyecto que hoy día quiere imponerse, con una Constituyente como fachada para intentar darle legitimidad, es el Socialismo del Siglo XXI, el cual no es sino el clavo final al ataúd de las libertades civiles pues ya vivimos en un país socializado donde el Estado burocrático administra (y mal) amplios sectores de la economía, regula los restantes e impone impuestos a todos. Tanto el Estado oprime a los ciudadanos que se estima que más del 60% del valor producido por persona se destina a impuestos, dicho de otro modo, sin tantos impuestos, aranceles y coimas cada persona tendría el doble de riqueza al final del año.
El Ejecutivo no ha expresado una sola reforma que quiera llevarla a cabo lo cual solo confirma lo anterior: existe una agenda secreta e inexpresable, se quiere imponer un sistema empobrecedor y destructivo. ¿Cómo esto puede ser posible? el Presidente Rafael Correa ya ha nombrado un comité que redactará los lineamientos del nuevo texto constitucional para someterla a discusión de los asambleístas. Bien, esto es un acto de manipulación, una Constituyente nacida con un programa previo con el Ejecutivo como juez y parte no es mas que un sainete al que se le quiere pintar como ejercicio democrático pero solo devela las verdaderas intenciones: imposición.
¿Pero por qué es una propuesta empobrecedora? porque el sentido común es el menos común de los sentidos, y es por ello que hay quienes todavía creen que la economía planificada y el autoritarismo son la vía para el desarrollo. El ejemplo del desastre venezolano, la caída del bloque soviético y el progresivo abandono del socialismo en China debería ser suficiente evidencia de que el socialismo no solo no funciona sino que es inmoral por naturaleza pues está basado en la violencia o su amenaza y la destrucción de las libertades civiles.
Es alta la prepotencia de los tiranos que despreciando las libertades de los ciudadanos desean rediseñar las sociedades a su antojo y capricho usando al gobierno como instrumento. Antes esto era factible y visible con la violencia abierta, hoy, como los casos de Venezuela y Bolivia, -no descartando la violencia- se sirven de asambleas constituyentes de “plenos poderes” que no son otra cosa que los regímenes de congresos dóciles y “leyes habilitantes” al servicio del dictador. Si el tribunal electoral se opone, el dictador decide amenazarlo o comprarlo, si el Congreso se opone, se busca la manera de desintegrarlo y comprarlo, se compra a gremios de transportistas y se negocia con grupos de mineros, se confronta a los cabildos y a los representantes de la sociedad civil, se insulta a empresarios y a los opositores, se le conmina a la prensa y se la acusa de mafiosa, se compra voluntades ofreciendo bonos de la pobreza, tarifas y urea subsidiadas y se integran o permiten grupos de garroteros para amenazar y golpear personas con la fuerza pública como espectador. El ofrecimiento de la plata puede ser reemplazado rápidamente por la amenaza del plomo, todo sea para darle “plenos poderes” al dictador y su camarilla.
Algunos ya saben de que trata el juego pues exactamente el mismo libreto fue seguido en la vecina Venezuela, es por ello que los liberales nos oponemos y también es por ello que otros apoyan y otros se dejan comprar para unirse a quienes creen ya han vencido. En la mitad, el ciudadano común que quiere cambios, empleo, progreso, mejor salud, vivienda y educación y que ha visto diariamente la corrupción e incompetencia de sus representantes. Le apuesta a la Constituyente pero no sabe exactamente que es, que alcance tiene y que hay detrás de esta, para cuando lo sepa quizá ya esté en alta mar huyendo del paraíso del Socialismo del Siglo XXI.
La Asamblea Constituyente nace deslegitimada no solo por las intenciones evidentemente autoritarias de quien la propone, sino porque para establecerla se ha violentado el Estado de Derecho. Con el último estatuto impuesto y que no pasó al Congreso como norma la ley, se ha sucedido la también ilegal sustitución del Presidente del Tribunal Supremo Electoral pero este, respaldado política o monetariamente (y en ambos casos es corrupción) ha destituído a los diputados de oposición que mal o bien fueron elegidos en elecciones libres. El ejecutivo ha defendido tal violación y ha acordonado con uniformados el Congreso para impedir el ingreso de los diputados de oposición, tal cual un Febres Cordero acordonó con tanques el Congreso 20 años atrás. Mismo talante autoritario mismo propósito inconstitucional.
Es por estos hechos, por todos conocidos, que la Constituyente no debe darse, pues esconde un programa tanto empobrecedor como autoritario y nace de una cadena de atropellos a la ley y la Constitución vigentes, que si bien no son perfectas se deben corregir precisamente mediante procesos constitucionales en orden y en paz.
El proyecto que hoy día quiere imponerse, con una Constituyente como fachada para intentar darle legitimidad, es el Socialismo del Siglo XXI, el cual no es sino el clavo final al ataúd de las libertades civiles pues ya vivimos en un país socializado donde el Estado burocrático administra (y mal) amplios sectores de la economía, regula los restantes e impone impuestos a todos. Tanto el Estado oprime a los ciudadanos que se estima que más del 60% del valor producido por persona se destina a impuestos, dicho de otro modo, sin tantos impuestos, aranceles y coimas cada persona tendría el doble de riqueza al final del año.
El Ejecutivo no ha expresado una sola reforma que quiera llevarla a cabo lo cual solo confirma lo anterior: existe una agenda secreta e inexpresable, se quiere imponer un sistema empobrecedor y destructivo. ¿Cómo esto puede ser posible? el Presidente Rafael Correa ya ha nombrado un comité que redactará los lineamientos del nuevo texto constitucional para someterla a discusión de los asambleístas. Bien, esto es un acto de manipulación, una Constituyente nacida con un programa previo con el Ejecutivo como juez y parte no es mas que un sainete al que se le quiere pintar como ejercicio democrático pero solo devela las verdaderas intenciones: imposición.
¿Pero por qué es una propuesta empobrecedora? porque el sentido común es el menos común de los sentidos, y es por ello que hay quienes todavía creen que la economía planificada y el autoritarismo son la vía para el desarrollo. El ejemplo del desastre venezolano, la caída del bloque soviético y el progresivo abandono del socialismo en China debería ser suficiente evidencia de que el socialismo no solo no funciona sino que es inmoral por naturaleza pues está basado en la violencia o su amenaza y la destrucción de las libertades civiles.
Es alta la prepotencia de los tiranos que despreciando las libertades de los ciudadanos desean rediseñar las sociedades a su antojo y capricho usando al gobierno como instrumento. Antes esto era factible y visible con la violencia abierta, hoy, como los casos de Venezuela y Bolivia, -no descartando la violencia- se sirven de asambleas constituyentes de “plenos poderes” que no son otra cosa que los regímenes de congresos dóciles y “leyes habilitantes” al servicio del dictador. Si el tribunal electoral se opone, el dictador decide amenazarlo o comprarlo, si el Congreso se opone, se busca la manera de desintegrarlo y comprarlo, se compra a gremios de transportistas y se negocia con grupos de mineros, se confronta a los cabildos y a los representantes de la sociedad civil, se insulta a empresarios y a los opositores, se le conmina a la prensa y se la acusa de mafiosa, se compra voluntades ofreciendo bonos de la pobreza, tarifas y urea subsidiadas y se integran o permiten grupos de garroteros para amenazar y golpear personas con la fuerza pública como espectador. El ofrecimiento de la plata puede ser reemplazado rápidamente por la amenaza del plomo, todo sea para darle “plenos poderes” al dictador y su camarilla.
Algunos ya saben de que trata el juego pues exactamente el mismo libreto fue seguido en la vecina Venezuela, es por ello que los liberales nos oponemos y también es por ello que otros apoyan y otros se dejan comprar para unirse a quienes creen ya han vencido. En la mitad, el ciudadano común que quiere cambios, empleo, progreso, mejor salud, vivienda y educación y que ha visto diariamente la corrupción e incompetencia de sus representantes. Le apuesta a la Constituyente pero no sabe exactamente que es, que alcance tiene y que hay detrás de esta, para cuando lo sepa quizá ya esté en alta mar huyendo del paraíso del Socialismo del Siglo XXI.
La Asamblea Constituyente nace deslegitimada no solo por las intenciones evidentemente autoritarias de quien la propone, sino porque para establecerla se ha violentado el Estado de Derecho. Con el último estatuto impuesto y que no pasó al Congreso como norma la ley, se ha sucedido la también ilegal sustitución del Presidente del Tribunal Supremo Electoral pero este, respaldado política o monetariamente (y en ambos casos es corrupción) ha destituído a los diputados de oposición que mal o bien fueron elegidos en elecciones libres. El ejecutivo ha defendido tal violación y ha acordonado con uniformados el Congreso para impedir el ingreso de los diputados de oposición, tal cual un Febres Cordero acordonó con tanques el Congreso 20 años atrás. Mismo talante autoritario mismo propósito inconstitucional.
Es por estos hechos, por todos conocidos, que la Constituyente no debe darse, pues esconde un programa tanto empobrecedor como autoritario y nace de una cadena de atropellos a la ley y la Constitución vigentes, que si bien no son perfectas se deben corregir precisamente mediante procesos constitucionales en orden y en paz.
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