Los enemigos del sistema de empresa privada frecuentemente pasan por alto, de manera conveniente para sus argumentos, el hecho de que, en países desarrollados como Estados Unidos, el aumento de las contribuciones filantrópicas siempre llega como consecuencia del enriquecimiento personal. Y generalmente, el impacto social de dichas contribuciones resulta ser mayor que el de los programas gubernamentales, pues estos casi siempre están afectados por los males típicos de la acción estatal: el derroche, la burocracia, la lentitud, la ineficiencia, y en ocasiones la corrupción. Y al hablar de filantropía privada, no estamos hablando de limosnas.
El mejor caso puede ser ilustrado por Bill Gates, el hombre más rico del mundo, y leyenda de la era de la información. Gates acaba de renunciar a sus actividades en Microsoft, y entre sus propósitos está el de dedicarse de cerca a las actividades de la fundación que creó junto con su esposa. Veamos los números. De acuerdo con la edición 2005 del especial "Los 400 más ricos de Estados Unidos" de la revista Forbes, la fortuna de Bill Gates ascendía entonces (2005) a $ 51.000 millones de dólares, y su fundación había recibido la suma de $ 29.000 millones de dólares. Es decir, más de la mitad de la fortuna personal de Gates. Y casos similares hay muchos, pues en una sociedad libre y próspera como la norteamericana, la filantropía empresarial es la regla y no la excepción, y su alcance cubre campos como la calidad de vida (alimentación, vivienda, salud), la educación, la academia y la ciencia.
Veamos sólo algunas ilustraciones: Paul Allen, compañero de viaje de Gates en la aventura Microsoft, financió de su propio bolsillo en proyecto científico SpaceShipOne, el primer vuelo espacial privado. El genio de las finanzas James Simons donó $ 25 millones de dólares para la capacitación de profesores de matemáticas de la ciudad de Nueva York. Charles Schwab, famoso corredor de bolsa, y quien sufre de dislexia, creó y sostiene una multimillonaria fundación para ayudar a niños con dificultades de aprendizaje. David Duffield, fundador de la empresa People Soft, la cual fue recientemente objeto de una adquisición hostil por parte de Oracle, creó una fundación con $ 10 millones de dólares con el fin de ayudar a encontrar trabajo a quienes, por causa de la fusión, perdieran su empleo.
Si alguien tiene alguna duda sobre la efectividad superior de estas viles limosnas que nos arrojan los capitalistas explotadores y codiciosos, en especial si se comparan con los programas estatales o de organizaciones multilaterales, puede revisar los programas de salud que la fundación Gates ha financiado en África. En pocos años, estos programas han sido más efectivos que las desorientadas estrategias de la Organización Mundial de la Salud, las cuales, en casos como el de la malaria, no han hecho más que agravar los problemas ya existentes.
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