Todas las armas tienen el potencial de ser usadas para asesinar, también muchos objetos que usamos todos los días son susceptibles de usarse como armas. Hay armas y armas, unas más efectivas que otras, muchas muy dañinas, casi todas letales. Por eso ¿Cuál es el sentido de prohibir las bombas de racimo y no prohibir las bombas corta-margaritas?
Sugeriría que se eliminen las guerras, pero eso lamentablemente no es inmediatamente posible, la guerra está tan dentro de la naturaleza humana que tal empresa es casi imposible. Y mientras hayan nacionalismos, socialismos, integrismos, etnocentrismos y otros onanismos, siempre habrá motivo para convertir al otro en chicharrón con bombas de racimo o con arco y flechas.
Pero cosa curiosa, aunque no se lo propone, el libre mercado funciona como reductor de las conductas antisociales que motivan las guerras. Las naciones que comercian más libremente entre sí tienen menos motivos para matarse entre sí, es por simple lógica egoísta, ¿prefiero arriesgar vida y bienes en una guerra mutuamente destructiva o prefiero acumular riqueza personal realizando actividades menos riesgosas? El plomo tiene menos valor que el oro.
Es por eso que cuando muchos intelectuales atacan al lucro, al egoísmo, al individualismo y el autointerés, tenemos más de un motivo para espeluznarnos. Porque atacar a la misma naturaleza humana que busca el beneficio propio y el de sus allegados, es el primer paso para establecer regímenes y grupos autoritarios, regímenes intolerantes que pueden llegar a usar la violencia contra sus ciudadanos o contra ciudadanos de otras naciones.
Las armas y los intelectuales
Los intelectuales pueden mutar de ser biblivoros (devora-libros) a terribles déspotas y asesinos, si no que nos lo cuenten los franceses que vivieron bajo el Reino de Terror luego de la Revolución Francesa, que nos lo digan los africanos que sufrieron la violencia política por parte de personas que fueron parte del Mayo del 68, que nos lo digan los cubanos que hasta hoy son víctimas de un régimen apoyado por intelectuales en todas partes del mundo. Que nos lo digan los ciudadanos de las repúblicas africanas tiranizadas por autócratas cuyos ministros fueron aplicados estudiantes de la Universidad de Lovaina en Bélgica.
Mas localmente, que nos lo cuente el ministro Fernando Bustamante que de intelectual de coctel pasó a ser el energúmeno que solapó los abusos en Dayuma, que no dijo nada de las turbas gobiernistas que se tomaron a palos el TSE y el TC, que sin remordimiento envía piquetes policiales a reprimir funcionarios de la Superintendencia de Compañías y que amenaza con usar la fuerza contra los ciudadanos.
No quiero generalizar, pero no confío en los intelectuales, he visto de cerca y de lejos de lo que son capaces de hacer por sus "ideas", incluso o sobretodo, imponerlas a la fuerza. A final de cuentas son ellos los que pulsan el botón para que otros lancen aviones civiles contra el World Trade Center, para que se autodetonen en un autobus en Israel, secuestren gente en Colombia o invadan media Europa para "limpiarla" de judíos. Los intelectuales en el poder son quienes a final de cuentas hacen las ordenes y pagan las facturas por las bombas de racimo, por las minas terrestres, por los aviones de combate, los agentes químicos y el complejo militar-industrial hecho para sostener sus regímenes. Como son intelectuales y muchos de ellos jamás en su vida se arremangaron las mangas de la camisa para trabajar, toman el dinero de otros vía impuestos para financiar la construcción de sus utopías. Si no que se los cuente Carlos Marx, no el autor de El Capital, sino el criollo, el nuestro, Carlos Marx Carrasco.
Así que por favor no me llamen intelectual, prefiero que me llamen el "zoquete que hace páginas web y publica artículos en sus blogs". Y por mi, que no prohiban las bombas de racimo, prohiban a quienes las hacen estallar, a quienes usan su pluma o su teclado para hacer apología de los regímenes que si cimentan en la violencia. Prohibámoslos todos no comprando libros izquierdistas, neocons o integristas religiosos.
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