Por Gustavo Ramírez Amat
Felizmente la elección del nuevo presidente se dio con una indiscutible diferencia. Ello otorga claridad al proceso y nos impide caer en la senda laberíntica en que pudimos habernos enredado. Una elección arrojará siempre ganadores y perdedores. Pero lo que unos y otros deben entender es que en la democracia, en la guerra y en la vida, ganar puede ser perder y perder puede ser ganar; de tal suerte que es aún muy pronto para hacer valo-raciones definitivas. El único que nunca debería perder, gane o pierda quien sea, es el país, y de eso debemos estar vigilantes: que Ecuador nunca salga perdiendo. Para ello se cuenta con preciosos recursos democráticos: oposición patriótica, prensa inteligente y libre -bien escaso en estos últimos tiempos-, veedurías y participación ordenada de la ciudadanía.
Rafael Correa llega a la presidencia tras una campaña que tuvo características de conflagración. Con una incuestionable alta votación en el momento final, pero con tendencias oscilantes en el favor popular en diversos momentos de la agitada campaña, que demuestran la fragilidad, labilidad y escasa consistencia de su triunfo. Igual habría sido la situación de Álvaro Noboa en caso de haber ganado. Correa no gana porque convenció a los ecuatorianos, gana porque Noboa no convenció a la mayoría. También por la extraordinaria dirección de marketing. Por la rapidez, pers-picacia y sentido de oportunidad en la generación de reacciones y respuestas a los vaivenes del proceso electoral. Por los muchos millones de dólares que tuvo a su disposición durante la campaña -más que aquellos que quedaron en el campo de batalla tras la primera vuelta-, y por el desembozado apoyo de ciertos sectores de la gran prensa, dispuesta a llegar hasta donde antes nunca se había llegado. Nada de eso -excepto lo último- quita legitimidad y valor a su triunfo, más bien son fortalezas. Pero todas las fortalezas y oportunidades del mundo no suprimen por sí mismas las debilidades y amenazas.
Desde diversas parcelas de la prensa le han recordado a Correa que una cosa es con guitarra y otra con violín. Una la campaña y otra el gobierno. Se lo dijeron fundamentados en la capacidad -demostrada durante la campaña- de modificar el discurso inicial adaptándolo a las circunstancias y exigencias del momento y las nuevas situaciones. Si supo ser radical y hasta extremista cuando se trató de presentarse como nuevo producto político, atrayendo la atención y el favor de los sectores en que inicialmente se apoyó, callarse luego cuando el primer discurso no le favoreció, jugar a populista, tan populista como el candidato populista que enfrentaba, sonreírle a la embajadora del "imperio", declararse nebotista en Guayaquil, ¿por qué no va a poder durante su gobierno mostrar la misma maleabilidad y capacidad de ajuste para gobernar para todos, incluso para la enorme mayoría que no votó por sus pro-puestas, sino que dijo no a las arrodilladas de Noboa, a su escaso don de palabras y a la imagen de millonario explotador que forjaron?
Es ahí cuando a mí me da un mal pálpito. No ha pasado una semana y el elegido presidente endurece su discurso nuevamente. Pero por otro lado no tiene inconveniente en entenderse con la "partidocracia", cuyo enfrentamiento fue el caballo de batalla de la campaña (¿o caballo de Troya que le metieron al pueblo?): MPD, Pachacutic, PSFA (Partido Comunista), PSP, ID y la más reciente maravilla, el PRE, que en menos de 2 ó 3 días pasa de la oposición (como lo anunció Jairala) al contubernio. Mal pálpito que se insista en romper el sistema Constitucional para dar paso a una Constituyente de "plenos poderes", pero al mismo tiempo aclara que la Constituyente no va a disolver el Congreso. ¿Cómo sabe el presidente electo Correa lo que va a hacer la Asamblea Constituyente de "plenos poderes"? ¿O es que habla su incons-ciente que le dice que por la forma como se plantea constituirla, él va a controlar la Asamblea y por lo tanto ya sabe lo que hará y lo que no?
Y serán 6 meses o más hasta constituir la Asamblea. O sea 6 meses de clima político estremecido, de campaña electoral que ya creíamos atrás, de agitación, de forajidos movilizados. Ello les permitirá aplazar la verdadera tarea: gobernar, enrumbar el país al crecimiento y continuar indefinidamente la siembra de clisés, de eslóganes y vacías consignas: distraer la atención.
Mal pálpito tengo.
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