Por Danny Ayala Hinojosa
Las regulaciones aparecieron en la historia como imposiciones que reyes, emperadores y nobles instituyeron en los pueblos que gobernaban o sojuzgaban con el fin de recaudar impuestos o privilegiar a los amigos y coidearios con el fin de mantener un control político sobre el territorio del soberano y al mismo tiempo impedir que señores adversarios logren lograr ese control. Regulaciones e impuestos solían ir de la mano y luego también solían ir de la mano las hambrunas y rebeliones posteriores que éstas generaban. Con el advenimiento de los estados nacionales el panorama cambió muchas veces para bien, mas no tardaron en aparecer las regulaciones gubernamentales que en el fondo no cambiaron su naturaleza retaliatoria / privilegiadora de épocas feudales pero esta vez envueltas en ropajes de legitimidad republicana.
La economía no es un auto que alguien deba conducir merced a postulados ideológicos o principios presuntamente utilitaristas, por tanto no le son necesarios a la economía ni aceleradores ni frenos ni cajas de cambios. La economía es el resultado de complejas relaciones entre ofertantes y demandantes cuyas decisiones no se ajustan a modelos matemáticos salvo aplicando la teoría del caos, el sistemas de precios son un sistema de información que refleja la abundancia o merma de los bienes existentes en el mercado y este sistema de precios se ve influido por las valoraciones que hacen los individuos de esos bienes. En suma, la economía funciona en base a la acción humana, a valoraciones y acciones hechas por las personas.
Estos principios económicos deben funcionar en base a una sola ley, el principio de no-agresión que expresa simplemente que los ciudadanos deben ser libres para interactuar con la única prohibición de que sus acciones no atenten contra la vida, la libertad y la propiedad de los demás actores. Las regulaciones violan este principio pues imponen sobre los ciudadanos prohibiciones sobre el libre uso de su vida y su propiedad y comúnmente los ciudadanos son forzados a financiar de sus bolsillos a este sistema de reglamentaciones a través de impuestos, tasas, aranceles, cánones, estampillas y demás formas de expoliación de sus recursos.
Se dice comúnmente que el modelo de Estado de Bienestar funciona bien con sus regulaciones, sus impuestos y sus políticas sociales, el caso paradigmático es Suecia. Bueno, esto no es cierto y lamentablemente se hace una lectura equivocada de la realidad, pues Suecia debe sus éxitos a las reformas liberales de mercados abiertos, pocas regulaciones y bajos impuestos, ocurridas durante mediados del siglo XIX hasta principios del siglo XX que permitieron un capitalismo popular e incluyente que alimentó un crecimiento de ingresos de salarios de 25% por década con regulaciones laborales prácticamente inexistentes, durante el mismo periodo Suecia no rebasó su gasto público mas allá del 10% de su PIB.
Solo cuando Suecia fue una economía próspera gracias a las reformas liberales, se instaló el Estado de Bienestar que pareció funcionar pero no lo hizo realmente pues de haber llegado a tener el cuarto lugar en ingreso per cápita Suecia cayó al lugar decimocuarto para el año 2000. El sistema de regulaciones y altos impuestos limitaron el crecimiento social y empresarial, de modo que Suecia ostenta un desempleo real del 20% al mismo tiempo que desde 1970 –cuando se aumenta la presión regulatoria- no se ha creado sino una sola gran empresa mientras que las grandes firmas suecas existentes habían sido creadas enteramente antes de la I Guerra Mundial muchas de ellas de hecho han migrado a otras naciones incluso a países de la otrora esfera comunista.
Proponer entonces mas regulaciones para nuestro país es básicamente intentar apagar el incendio con gasolina. No, los libertarios proponemos la eliminación de las regulaciones, tanto las que favorecen a los monopolios públicos como las que favorecen cárteles privados que se benefician precisamente de controles de precios, subsidios, barreras arancelarias, limitación de competencia vía imposiciones legales, "técnicas" o gremiales.
Para citar casos de lo que acarrean las regulaciones, baste señalar al sector energético ecuatoriano que padece de controles de precios de generación y comercialización, regulaciones que limitan o desincentivan el ingreso de competidores privados y que resulta en pésimo servicio, pérdidas negras y corrupción. El caso de las telecomunicaciones es otro ejemplo, leyes y regulaciones impiden la sana competencia y opciones en precios y servicios para el consumidor, la intervención estatal corrompe las empresas existentes y los costos son altos en comparación a la región. La seguridad social está en crisis debido precisamente a las regulaciones que impiden la competencia de administradoras privadas de pensiones, debido a la politización del monopolio estatal y la falta de incentivos para que los dineros de los cotizantes sean bien invertidos. Se puede señalar los mismos problemas en los sectores estatales de petróleos, en el abastecimiento de gas, en los servicios básicos de muchas ciudades, en la educación pública, en los servicios de salud, en la administración de puertos estatales, en las aduanas, en el registro civil, en el sistema financiero estatal o mal llamada "banca de desarrollo", y sí efectivamente también en los sectores privados que padecen altas regulaciones como en el sector financiero privado, en la educación privada, en el comercio minorista, en la industria harinera, en el mercado laboral, en los servicios profesionales, etc.
Las propuestas libertarias de eliminación del sistema de privilegios y retaliaciones basado en regulaciones e impuestos que las financian, están de hecho basadas en el reconocimiento de la realidad, que es la que todos los ciudadanos deben ser iguales ante la ley. Es por ello que las regulaciones violenta la igualdad ante la ley creando renglones de privilegiados que pueden sobrepasar monetaria o políticamente las regulaciones de entrada al mercado y permanencia en el mismo , mientras que extensas mayorías no pueden acceder a ingresar al mercado a competir ofreciendo los mismos servicios. Las regulaciones no solo crean estos privilegios, empobrecen a los ciudadanos porque estos, nosotros, debemos pagar servicios caros y malos y encima no podemos optar por los servicios de otros ofertantes o convertirnos nosotros mismos en proveedores de estos servicios precisamente por las regulaciones estatales. Las regulaciones dañan a la economía, empobrece a las sociedades y solo benefician a unos pocos.
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