Se dice con frecuencia que el mecanismo para no tomar decisiones y aplicar el artículo trece es conformar una comisión que revise el tema y proponga soluciones. Así se quema tiempo, se distrae a la comunidad con cualquier otro asunto y colorín colorado. Esta es una fórmula que tiene altísima posibilidad de éxito. La usan con frecuencia los gobiernos, y con reiterada ingenuidad caen en la trampa las organizaciones gremiales y las sociales. Incluso, se llega a formar mesas de debate temático para aprovechar la especialidad, y al final alguien tiene la habilidad de convertirse en el compilador de opiniones que sirve para adormecer la solución.
Desde nuestro regreso a la democracia a fines de los setenta, este mecanismo ha sido posiblemente el de mayor consenso. ¡En algo debemos entendernos! Lo han usado todos los gobiernos, y la colectividad no ha sabido evitarlo para contrarrestar su pernicioso objetivo.
Ahora, se plantea y está decidido por el Gobierno que la gestión del bloque 15 será responsabilidad de un consejo de administración político similar al que gobierna Petroecuador. Se trata de otra comisión que con seguridad cumplirá el deber de deteriorar las condiciones de producción de este campo para, de esta forma, atender la ecuación política de ocasionar daño a los intereses de todos los ecuatorianos.
Para quienes no recuerdan los efectos de este tipo de decisiones quisiera recordarles lo que ocurrió con el traspaso de la administración del antiguo consocio CEPE-Texaco a Petroecuador en 1989. En aquella época se discutieron las alternativas de mantener a Texaco como operador, sin derechos adicionales, pagándole por sus servicios o transferir la administración a CEPE que por esos días se transformó en Petroecuador. Triunfó la tesis nacionalista y se despidió a la empresa estadounidense, por supuesto en buenos términos, no como ahora. Sin embargo, ahí empezó un dolor de cabeza nacional, que muchos no lo han reconocido porque lo que no se recibe no se ve ni se siente, pero sí se pierde. Son oportunidades que no regresan y bienestar que se desperdicia. Y si no creen, veamos unas cifras. CEPE o Petroecuador recibió los campos del antiguo consorcio con una producción cercana a los 80 millones de barriles anuales. Logró sostener la producción un par de años y de ahí en adelante la declinación productiva fue una constante, hasta llegar a perder más de 25 millones de barriles anuales en los últimos años. ¡Hagan un cálculo de lo que desaprovechamos cada año y verán que los perjudicados han sido los objetivos sociales del país!
Y, para no equivocarnos, debo decir que esta cifra sólo se refiere a los campos que originalmente recibió del consorcio. No a la pérdida de toda la operación de la empresa estatal, que es más escalofriante, pero que no le hace cosquilla a la opinión nacional. Y, ahora la historia va a repetirse pues el Gobierno está empeñado en cometer el mismo error histórico, sólo por salirse con la suya de hacer creer que con un nacionalismo populista se defiende la soberanía y el interés nacional, cuando en la realidad esos conceptos son los más maltratados.
¿Por qué somos tan alhzaimerianos en cuestiones nacionales?
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