Cuando nacemos, lo hacemos con el derecho inalienable a la vida, derecho que en principio es defendido por padres o apoderados, no hay otro derecho generado por el recién nacido ni está obligado o capacitado para garantizar las necesidades de otros.
El bebé nace, cuando niño crece bajo elcuidado de sus padres y va acumulando propiedades por herencia, donación, ycada vez más, por el producto de su mente y esfuerzo. Cuando adquiere edad, el joven aprende a suscribir acuerdos con sus padres, con sus maestros, con sus amigos; y luego, con quien contrata o lo contrata para realizar una tarea, recibir o dar un servicio, o establecer una relación sentimental o de cualquier índole. Tales acuerdos generan derechos y obligaciones, los cuales deben ser observados y cumplidos ya que se ha empeñado la palabra en ellos y se lo ha hecho por voluntad propia, ejerciendo libre albedrío. Las reglas que son obligatorias para el individuo son las que suscribe voluntariamente a través de contratos y las que cada persona define para ejercerse dentro de su propiedad.
Sin embargo, por ignorancia o por perversión, algunos afirman que toda persona, por pertenecer a una sociedad o por el sólo hecho de nacer o residir en un lugar, tiene inherentemente una obligación contractual con sus semejantes que rebasa a su naturaleza y voluntad, y que obliga a toda persona a realizar o rechazar determinadas acciones, aceptar o rechazar ciertas creencias, o decir o callar algunas manifestaciones, sin que medie su consentimiento o tenga la oportunidad de rechazar tales imposiciones. Tal es ensuma el concepto del "Contrato social", una construcción ideológica creada para facilitar al poder la imposición de un modelo de ingeniería social, cuyos arquitectos saben no será aceptable para todos pero que será impuesto con toda la fuerza física o amenaza necesarias. El contrato social está íntimamente ligado al concepto de Estado en cualquiera de sus formas y bajo distintas ideologías políticas, porque este surge de un modelo a imponer (creado por intelectuales) y la forma de llevarlo a la práctica yace en el uso de la fuerza física, en este caso del Estado (burocracia, espías, policía y fuerza armada).
Así entonces, el contrato social puede definirse como un régimen concebido por la ideología que gobierna o busca gobernar, para ejercer la administración política y económica de una sociedad mediante coacción con el fin de obtener beneficios particulares o de grupo. La principal característica del contrato social es que no evolucionó a partir de los usos y costumbres que formaron las instituciones de una sociedad, sino que es creado deliberadamente y se impone de facto, no surge de jure de acuerdo al derecho natural. Ilustremos este concepto con una comparación: en el pasado remoto de la humanidad a una persona se le ocurrió intercambiar un objeto con otro de un semejante, ambos consintiendo de la transacción, tal acción voluntaria -más rentable para todos que el arrebato violento de objetos- se convirtió en hábito, y el hábito continuado en el tiempo se convirtió en institución. Por el contrario, a alguien se le ocurrió un modelo de comportamiento que no fue aceptable para sus semejantes o para algunos de ellos, pero el camino elegido para adoptarlo fue usar la fuerza física sobre todos para obligarlos a seguir el comportamiento ideado. Antropológicamente, aquí debe separarse la violencia espontánea propia de la conducta animal y del instinto humano, de la ejercida en forma deliberada y calculada para volver obligatorio un comportamiento a través de la violencia; la primera forma es comprensible como instinto, la segunda como agresión intencionada. Jurídicamente, debe también separarse el legítimo uso de la fuerza en autodefensa de la propiedad e integridad propia, de aquella que es ejercida inicialmente sea cual fuere su motivo o justificación.
Sin duda en la historia han existido regímenes tiránicos (con su propia concepción de orden social) depuestos por regímenes más benignos abanderados de un contrato social (otra concepción de un orden social) más equitativo, pero a lo largo del tiempo estos regímenes también suelen constituirse en sistemas de coerción e incluso de frecuente violencia. Recordemos algo de historia con un ejemplo muy claro: