El título de este post es un dicho popular en el mundo anglosajón y que traducido literalmente significa "pon tu dinero donde está tu boca".
A que viene esta frase, a que a nuestra pseudo-intelectualidad que gusta de hablar y escribir interminablemente de los problemas sociales y económicos le cuesta bastante arremangar la camisa, afilar el lápiz y ponerse a trabajar. Los políticos, burócratas, periodistas e intelectuales, muchos de ellos, hablan de "políticas públicas" y de "reforma política" para resolver los problemas del país, lo que invariablemente significa que el Estado debe confiscar parte de la riqueza de los ciudadanos y ponerse a trabajar para resolver el problema del desempleo, la pobreza o la insalubridad.
Posición muy cómoda por cierto, donde se tolera que se exprima el bolsillo de otros e incluso el suyo propio para rehuir la responsabilidad propia de trabajar duro creando valor para sí mismo y eventualmente llegar beneficiar a otros a través de la beneficencia. No siendo los únicos, los socialistas son los que más caen en esta mezquindad de espíritu, rehuyen cualquier compromiso propio y mas bien exigen que el Estado reemplace a los ciudadanos en la actividad benefactora, con el pequeño detalle que el Estado, a diferencia de los capitalistas benefactores, es generoso pero con dinero ajeno, pues toda "generosidad" se realiza con dinero tomado vía coerción, sobra decir que la mayor parte del dinero público se malgasta en megasueldos, burocracia, autos para los funcionarios, viajes, costosas canastas navideñas y contratos colectivos rateriles y que apenas una miseria realmente va a gente con necesidades.
El problema no está en cambiar a unos funcionarios por otros supuestamente mejores. El problema es de fondo y es un problema ético: los fines no justifican los medios. Esto quiere decir que si bien ayudar a los demás es una meta loable, deja de serlo cuando esta actividad es llevada a cabo vía confiscación y coerción y no voluntariamente como la ética dicta.
Así que cuando se necesita de ayuda urgente para los pobres, son las personas productivas las que se hacen presentes rápidamente con alimentos, vestidos, calzado y medicinas. La ayuda estatal llega tarde, en mal estado, con más de la mitad de los recursos malgastados, o simplemente no llega. Aún hay gente afectada por el fenómeno del niño de 1998 esperando ayuda e incluso tareas necesarias sin una emergencia y que están monopolizadas por el gobierno como la construcción de carreteras no avanzan.
Los socialistas que son los que más hablan de los pobres, son los que menos los ayudan, no solo porque la mayoría son gente improductiva, que tienen 40 años o más y viven en casa de sus papás, o que son funcionarios públicos, intelectuales orgánicos o lanzapiedras sin oficio ni beneficio, sino también porque cuando estos llegan al poder hunden más a los pobres con indignas limosnas que el Estado ofrece vía subsidios, cuando el Estado debería simplemente reducir sus funciones y permitir que los emprendedores encuentren tierra fértil para brindar empleo masivo a los pobres y éstos puedan llegar a educarse, vestirse, curarse y habitar en casa propia, siendo propietarios y no siervos de los señoritos feudales llamados socialistas del Siglo XXI, señoritos amanerados que gustan de la lambisconería y besar guaguas en cada mitín y gabinete itinerante.
¿Quieren ayudar a los pobres? entonces pongan su propio dinero donde está su boca, den el ejemplo, dejen de meterle mano a los bolsillos de la gente mediante impuestos y dejen que las empresas funcionen sin trabas logrando así erradicar el desempleo y la pobreza.
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