Por Por Enrique Echeverría G.
Durante el aburrido período electoral que padecemos, la jerga es la misma: la decisión de luchar por ‘los más pobres’. Los ‘pobres’ no son el centro de la atención, sino ‘los más pobres’ o ‘los más pobres de los pobres’. Y, como siempre, la queja y el lamento constituyen la música de fondo, mientras practican cada vez más, la conducta que llaman ‘asistencialista’, cuando en verdad resulta limosnera, en particular por el candidato supermillonario.
Mientras los políticos usan discursos y estrategias lloronas, los ‘bobos de la democracia’, es decir quienes trabajan y pagan impuestos para regocijo de pocos, continúan luchando por el pan de cada día. Pero también advierten –gracias a la experiencia directa- que no todo es negro y que también hay evidencias de progreso. Cuando se viaja a la playa en los largos feriados se ve, con optimismo, a miles y miles de familias regocijándose con el descanso.
Cada vez notamos la presencia de más vehículos nuevos, los campos deportivos con gran asistencia; las festividades altamente concurridas, pese a que se dan a tiempo seguido, como las de Cuenca y la ‘Mama Negra’, en Latacunga. Advirtamos que desfilan por el país cantantes extranjeros que cobran altos honorarios y tienen asistencia completa en locales que alojan hasta nueve o diez mil personas pagando precios bastante altos. ¿Necesita un taxi en Quito? Espere el paso de muchos, para encontrar uno disponible.
Han puesto en servicio un nuevo ‘mall’ en Tumbaco. Al visitarlo, miramos con alegría que los usuarios son personas de poca economía y adquieren productos, ocupando un nivel social y económico que no corresponde, precisamente, a ‘los más pobres’. Los ‘malls’ surgen por aquí y por allá, inclusive están cambiando el lenguaje, pues cuando la gente acude a ellos, ya no va ‘de compras’, sino de ‘shopping’. Los más pobres, al parecer, han mejorado su alimentación. Es alentador un reciente documento de la FAO que informa de la alta desnutrición en América Latina, pero en nuestro Ecuador ha disminuido en casi la cuarta parte.
La economía ecuatoriana despunta no solo por el petróleo. El sector de productos agrícolas -en particular banano, café y cacao- pesca, azúcar y, mucho, pero mucho, la industria de la construcción, participan en el crecimiento del producto interno bruto. Las Bolsas de Valores de Quito y Guayaquil trabajan más. Y los depósitos en los bancos privados crecen ‘como espuma’.En contraste, el Estado -el Gobierno- se encargan de echar a perder casi todo. No contentos con las altas cifras del Presupuesto del Estado, cuyo dinero en altísimo porcentaje sirve para pagar deudas y salarios, en el año 2007 pretenden aumentarlo más, hasta 11 000 millones. Y como el Seguro Social continúa en actividad que raya en estafa a los afiliados, corre el riesgo de que se lleven 300 millones de dólares, otra vez, a cambio de bonos del Estado.
La figura del Presidente repartiendo millones para que recuerden a su Gobierno y recibiendo elogios, diplomas y condecoraciones es signo desconsolador de una anticuada manera de gobernar el Estado moderno. Se gasta todo; y no precisamente en inversión productiva.
Publicado originalmente en El Comercio
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