En los mercados del Ecuador, las empresas compiten poco entre sí. Incluso, en varias áreas de la economía hay monopolios que, desde la comodidad del control absoluto que disfrutan de sus mercados, no tienen ningún incentivo para ser más eficientes. Aquí, el problema es doble, porque esa falta de competencia no sólo afecta a los consumidores, sino también a la eficiencia de toda una economía. Es importante tener en cuenta que cuando un país tiene muchos monopolios, su eficiencia sistémica cae.
Para encontrar monopolios en el país no es necesario buscar mucho. Los combustibles, por ejemplo, son un sector clave de la economía y tienen el peor tipo de monopolios: empresas estatales monopólicas.
Petroecuador tiene el monopolio absoluto en la refinación, importación y comercialización al mayoreo de combustibles en el país. El hecho de que los combustibles sean más baratos que en otros países (gracias a que están subsidiados) no debe en ningún momento confundirse con eficiencia.
Es más, las pérdidas que producen esos subsidios terminan siendo absorbidas por todos los ecuatorianos, justamente, porque Petroecuador es una empresa estatal.
En los combustibles, hay muchas fuentes de ineficiencias que no se atacan, en gran parte, porque no hay competencia. La refinería no recibe el crudo para el que fue diseñada, tiene altos costos, excesivo personal, es contaminante y muchas veces se ha criticado la calidad de los derivados que produce. La distribución de esos derivados sufre de otros problemas, pues la red de poliductos en el país es insuficiente, no llega a todos los mercados importantes, es constantemente objeto de robos y el uso de tanqueros no es la manera más económica de servir a amplias zonas del país, como lo analiza Ramiro Gordillo en su libro ‘XXX’.
Con algo de razón, se podría argumentar que muchos de esos problemas no se han resuelto por la injerencia política en Petroecuador, pero también hay que considerar que si la empresa estuviera expuesta a competencia, la presión por introducir los correctivos necesarios hubiera sido mayor porque, en caso contrario, habría desaparecido.
La solución para todo esto pasa, casi exclusivamente, por una decisión del gobierno de permitir que otras empresas puedan importar, refinar y comercializar combustibles. Si no se lo ha hecho todavía, es porque hay demasiados intereses que quieren mantener la situación como está. Por otro lado, ojalá a ningún diputado se le ocurra proponer una ‘reforma legal’ para generar más competencia en este mercado, porque... ya está hecha.
El artículo 1A de la Ley de Hidrocarburos prohíbe “prácticas o regulaciones que impidan o distorsionen la libre competencia, por parte del sector privado o público” en todas las actividades hidrocarburíferas. Y claro, como tantas leyes que alguna vez fueron pensadas para ‘salvar el país’, no se cumplen (éste debería ser un argumento más para insistir en que los problemas del Ecuador no se resuelven con leyes).
En resumen, el país podría ganar mucho si introducimos más competencia en varios mercados. Hacerlo requiere de mucha voluntad política.
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